UN VIAJE DE AVENTURA POR SENEGAL Y GAMBIA EN 9 DIAS



MADRID-DAKAR (8 de mayo de 2015)

A las tres de la tarde desde el trabajo, pasando por casa, Xaquín y yo nos vamos al aeropuerto. Estoy ilusionada como siempre que vuelvo a África y muy estresada. Necesito desconectar. Las últimas semanas han sido agotadoras. Hemos llegado a Barajas con tiempo, acompañados de nuestra eterna maleta roja que ya está vieja y desvencijada. Con esta maleta, me ocurre lo mismo que con nuestro coche. Los tengo cariño. Son objetos que nos han acompañado durante años y que han sido generosos con nosotros. Nos han dado mucho y no nos han pedido nada a cambio. Ni el Nixan Almera ni esta maleta roja, africana, resistente, combativa y única.


En el avión vamos sentados al lado de una epidemióloga de Médicos sin fronteras que va a estar casi dos meses formando a los médicos locales de como protegerse de epidemias como el ébola. Durante el viaje la vamos a conocer y a establecer esa pequeña complicidad que se crea en los viajeros africanos. Intercambiarse teléfonos, "Si necesitas algo, nos llamas", "Lo mismo os digo·... pequeñas señales, signos inequívocos de los africanos que recorren Africa.

La llegada a Dakar ha sido perfecta, como siempre. Africa nos ha recibido de la misma forma, con bullicio y con ese calor pegajoso y único que te regala cada vez que la pisas.
En el avión viajan cuatro repatriados senegaleses con sus respectivos policias custodiándoles. Van distribuidos entre la gente. El avión ha hecho escala en las Palmas, en su interior, un pasajero se ha puesto a fumar. Se ha armado un follón de narices. El comandante ha intervenido y el desconcierto ha sido mayúsculo. Africa, nos ha recibido de noche como siempre, caliente y bellisima. Dakar es maravillosa de noche desde la ventanilla de un avión.

El camino al hotel San Luis es como llegar a casa. Hemos estado ya tantas veces en Dakar que todo es familiar. Estamos cansados y la noche va a ser reparadora. Mañana nos vamos al Delta de Sine Saloum. Una cerveza antes de irnos a descansar en la maravillosa terraza del hotel San Luis, con su aire decadente y africano.

DAKAR (9 de mayo)

Hemos descansado. Hay que cambiar dinero y desayunar. Tenemos que salir pronto para llegar a Sine Saloum. En la gare routiere o la estación de autobuses y coches, cogemos un sept place (coche de siete plazas compartido) hacia Joal Fadiouth, un pueblecito pesquero, después de pasar por Mbour. Nos han tocado los asientos de detrás. Mala suerte pero esperar otro coche significa, retrasar nuestra salida y no nos conviene. Los sept place es una forma de viajar relativamente cómoda y relativamente barata por este continente. Suelen funcionar bastante bien. El sept place se estructura en tres partes. El conductor y una o dos personas (según el país en los asientos de delante), a continuación, la parte de detrás donde suelen ir tres o cuatro personas (también depende del país), y por último la parte de detrás, incómoda y agobiante, sin ventana y sin salida. Entrar y salir de esta parte ya es una tarea complicada de contorsionismo. Casi nunca, elegimos esta opción pero en este viaje tenemos mucho que recorrer y poco tiempo. Cuando se llena un sept place, sale a ruta y se empieza a llenar el siguiente. El viaje hasta Joal Fadiouth han sido unas tres horas y media. Hemos llegado a Joal, hambrientos y cansados tras una hermosa ruta, disfrutando de miles de baobab.



Senegal es el país de los baobab. En Senegal se alojaba tras sus vuelos, el escritor y aviador Antoine de Saint Exúpery, autor del Principito. Senegal y los boabab le sirvieron de inspiración. Hemos parado en Joal Fadiouth, una localidad con mucho encanto, en el extremo meridional de la Petit Cote. Dos poblaciones unidas por un hermosisimo puente colonial fantástico. Hace un sol de muerte y con nuestra pequeña maleta roja, no sabemos si vamos a quedarnos a dormir o si seguimos nuestra ruta. Son las cuatro de la tarde y estamos cansados para buscar una opción de hotel. El pueblo y la isla son muy bonitos pero queremos llegar a Banjul (Gambia) y tenemos pocos días. Hay que avanzar a Sine Saloum en el Delta. Vamos a coger un taxi para llegar a Ndangane solo para nosotros. La opción es más cara pero se ha hecho tarde para que salgan sept place y queremos llegar a Mar Lodj, un auténtico paraíso a dormir. Tenemos para ello que llegar a Ndangane y buscar una piragua para llegar a Mar Lodj. El taxi nos lleva por zonas desérticas a todo gas.

Los poblados de los burkineses ahumando el pescado entre montañas de basura me impresionan. Seguimos por la carretera y observamos las manadas de vacas africanas con sus enormes cuernos tan diferentes a las nuestras. A los lados, mucha gente trabajando en las salinas. Hemos llegado a Ndangane.


 
Nos acercamos al muelle para gestionar la salida a Mar Lodj, Acabamos de conocer a Sahel que nos ofrece sus servicios como guia. Tiene una sonrisa blanquísima, franca que enamora. Nos acercamos a la isla. Acordamos con Sahel un precio para el día siguiente que nos va a llevar a Toubacouta, el centro del Delta de Sine Saloum (50.000 cfa). Nos alojamos en casa de una francesa estirada, Es del tipo de mujeres que nunca he soportado, pequeñas, nerviosas, ejecutoras, que nada se les escapa, dominantes que intentan controlar todo menos su propia vida. Su hotel es bonito. Se llama "Le Bazouk du Saloum". La estirada dueña del hotel o campamento tiene una pareja que no deja de tomar pastis, bebida con mucho alcohol, una especie de anis frances que engulle como un cosaco. La cena que nos han dado ha sido exquisita. Hemos dormido de maravilla en una cama con mosquitera que nos da mucha tranquilidad. Algo tan simple como una mosquitera es un bien muy deseado por esta parte del mundo. Mañana por la mañana que es domingo, nos vamos a acercar a la misa católica porque tocan en la misa, tambores senegaleses y merece la pena escuchar los coros.


Mar Lodj-Toubacouta (10 mayo)
El desayuno ha sido fantástico. Nos vamos a misa esperando a Sahel para comenzar una ruta de cuatro horas en piragua a Toubacouta. Cada familia de cada village o pueblecito senegales del Delta de Sine Saloun prepara una piragua de madera fromager, un árbol sagrado y centenario o también de madera roja de Gambia que es más barata. Cada familia de cada village manda a uno de sus jóvenes a España. Unas setenta personas en cada piragua o cayuco. Pagan setecientos euros por persona a un traficante. La piragua, por ejemplo, desde el village de Maya que es el pueblo de Sahel, nuestro guía, partió para nuestro país hace unos años y es uno de los ejemplos mas desoladores del fenómeno de la emigración africana. Nos lo cuenta Sahel mientras pasamos por su pueblo. La piragua de Maya llegó sin problemas a nuestras costas y la mayor parte de los emigrantes de este village se asentaron en Bilbao. Ahora vuelven los que tienen papeles a Maya para comprobar que con el dinero que han mandado se han construido sus casas. En el Delta de Sine Saloum hay cientos de village como Maya.


El viaje dura nueve días. Se come y se duerme en la piragua. El traficante ha de preparar y abastecer de combustible, agua y comida para setenta personas durante nueve días que dura el trayecto. Si pasado este tiempo, la gente de Maya o de cualquier village no tienen noticias o llamadas de móvil, significa que la piragua no ha llegado a España y que sus jóvenes han muerto. Si la piragua no llega a nuestras costas, las familias se dirigen al traficante que siempre queda en tierra para pedirle una explicación o que les devuelva el dinero. Si no es así, las familias, denuncian al traficante a la policía. Nos cuenta Sahel que hay varios traficantes en las cárceles senegalesas.



 El viaje a Toubacouta no está siendo tan duro como había imaginado. Sahel es un guía fantástico.





Vamos recorriendo en piragua, los manglares del Delta. Lo peor es el sol que cae de pleno. El viaje dura de doce a cuatro de la tarde. las horas peores de sol. Nos vamos a achicharrar, Nos hemos abrigado para protegernos del sol hasta las orejas pero ya va haciendo mella. Tengo miedo a coger una insolación. El paisaje es formidable y me recuerda mucho a la Casamance.


Hemos llegado a Toubacouta con un calor que desploma. El viaje nos ha costado un pico, 50.000 cfa por cuatro horas de piragua. Sahel es un profesional. No nos deja tirados y nos acompaña a buscar un hotel. Nunca llevamos nada previsto. Viajamos a la aventura. No estamos seguros de donde tirar al día siguiente. Decidimos sobre la marcha. Ese es uno de los encantos de estos viajes. El dedo se desliza sobre el mapa que llevamos como compañero inseparable de viaje. No tenemos reservado hotel. Hace calor y estamos cansados. Sahel nos ha llevado al hotel de un amigo. Demasiado básico. Hay que buscar otro hotel. Sahel hace de porteador bajo un sol que tumba. Hemos recorrido ya un par de hoteles. El mejor hotel de Toubacouta es demasiado caro para nosotros. Me recuerda al hotel Shangrila de Accra (Ghana) con sus pallozas amarillas esparcidas por un jardín lleno de buganvillas.


Es un hotel con una enorme terraza en alto a los manglares. La vista es magnifica. Hemos dado con el hotel Africa Strike, una casa colonial y decadente con una piscina de agua un poco turbia y caliente pero que se agradece cuando llegas abrasado de calor y polvo. Este hotel es fantástico y su precio nos es elevado, 26.000 cfa, unos 40 euros al cambio. Nuestra habitación tiene una cama con una mosquitera que tranquiliza y que da directamente a la piscina. Me recuerda este hotel a la pensió criole de Bissau (Guinea Bissau). Nos vamos a quedar en este hotel.



 
Hemos dado la ropa a lavar. Estamos llenos de polvo, calor y suciedad. Nos cobran unos cinco euros por hacernos toda la colada. No merece la pena viajar cargado de ropa que dificulta el viaje. Es más práctico darla a lavar. Nos vamos a dar un baño en la piscina que te va quitando todo el calor y el cansancio de la jornada. La tarde la vamos a pasar preparando la ruta del día siguiente. Vamos a tomar una cerveza al hotel de la gran terraza sobre los manglares. Empieza a caer la tarde. Estamos rodeados de buganvillas de colores y de pájaros que cantan con sonidos mágicos que nunca se escuchan en Madrid. Música de pájaros africanos que me hace olvidar todo. Una de las cosas que más me gusta de este continente son los sonidos que emiten los pájaros. Se escuchan unos sonidos distintos y al irnos, nos damos cuenta que proceden de cientos de murciélagos colgados bocabajo de la palloza que cubre la gran terraza del hotel. Así es África, grandiosa y única. Cenamos en nuestro hotel tranquilamente, mañana nos vamos a la isla en Balom, una reserva entre manglares donde hay un campamento. Tiene pinta de ser fantástico.

Reserva de Baloom (11 mayo)

En dos motos que hemos cogido a la salida del hotel con nuestra eterna maleta roja, vamos hacia el embarcadero donde una piragua procedente del campamento de la reserva de Baloom nos va a recoger. No ha llegado todavía. El camino que lleva al muelle está lleno de monos, algunos tienen el tamaño de una persona, familias completas de primates, pasan de un lado al otro del camino entre los arbustos de los manglares.




Hay que recorrer unos doscientos metros para acercarnos a coger una piragua. Los monos me dan respeto. Tengo imágenes de situaciones dramáticas entre monos y personas en algunos lugares de África. En Sudafrica vimos como un enorme mandril tiraba a una mujer para arrancarle el bolso que llevaba. El mandril era más grande que ella. En Ghana, en un campamento en la selva, vimos como otro mandril se llevaba el bolso y la cámara de un chico que reposaba tranquilamente sin que pudiera hacer nada por impedirlo. En el Parque de Yankari (Nigeria) pudimos ver como un mono introducía su pezuña para abrir la ventana de nuestra cabaña con la única intención de robarnos lo que pudiera. Simios aleccionados y enseñados para llevarse las pertenencias de quien pasa por allí. En Yankari fuimos testigos de una verdadera invasión de monos. Se produjo una verdadera lucha de los guardas del parque contra cientos de primates con una violencia desmedida. Así, que cojo con fuerza mi cámara y mi bolso y me dirijo al embarcadero. No me sale ningún macaco al encuentro.






El trayecto en piragua es corto. Llegamos a una isla y unos caballos nos recogen para llevarnos al campamento. Prefiero ir andando los dos kilometros que hay de distancia tras los caballos que llevan en una carreta nuestra maleta. El campamento es una apuesta de ecoturismo que lleva la comunidad de Baloom. El dinero que sacan lo destinan a proteger y pagar a los guardas que cuidan la reserva y la protegen de los furtivos. Hemos llegado al poblado con muchísimo calor, andando entre la selva, empezamos a distinguir cabañas de paja frente a un mangrove fantástico.

El paísaje es sublime. Nos asignan una cabaña. Es preciosa. Es una palloza de paja. Tiene un pequeño porche frente al manglar con dos sillas y una pequeña mesa para disfrutar lo que queda de día. La cabaña por dentro es fantástica. Tiene una cama con mosquitera. Es muy básica pero tiene un encanto dificil de explicar. Hay unas ventanucas que se abren y cierran sujetas con un palo. La choza tiene un lavabo, por decir algo, un water y una ducha con un invento de ingenio que va a un depósito de agua que hace posible que te puedas duchar.




He colocado mi maleta roja en la cabaña, dejo nuestras cosas en el baño. El lugar me encanta y mi choza es maravillosa. Este sitio tiene unas doce cabañas iguales, salpicadas en torno a una enorme y fantástica palloza con mesas y sillas para comer y cenar la gente que se hospeda en las chozas. La  comunidad es encantadora y están dispuestos a hacerte tu estancia lo más agradable posible. Nos ofrecen un paseo por el manglove en kayak. Hemos desechado la idea porque estamos muy cansados. La ruta es a las cuatro de la tarde que todavía hace calor y yo me siento abrasada de mi último viaje en piragua. Prefiero echarme la siesta en mi cabaña. Hay algun viajero como nosotros en el campamento, un par de chicas francesas y otro grupo de amigos franceses. Todos van a salir a navegar en kayak. Nos queda por delante una maravillosa tarde, viendo caer el día, escuchando y observando cientos de aves y pájaros únicos que abundan por aqui. dejándote llevar por sus sonidos. En este lugar, apetece leer, escribir y abandonarse viendo pasar las horas sin más.






En la terraza de nuestra cabaña, vemos pasar la tarde, la más maravillosa tarde de este viaje fantástico. Hemos hecho intención de dar un paseo por los alrededores del campamento pero pronto desechamos la idea y nos damos la vuelta. Nos han dicho que hay hienas y aunque la hiena es huidiza, suele salir al caer la noche. En Sudafrica, nos encontramos una pareja de hienas a cinco metros de distancia mientras recorriamos la selva a pie. A pesar, de que ibamos acompañados de dos ranger, el momento fue de máxima tensión. Media vuelta y al campamento.

Vamos a cenar a la gran palloza. Vamos a compartir la cena con el grupo de amigos franceses y con la pareja de chicas que están en el campamento. La cena consiste en carne con espaguetis. Esta muy rica como toda la comida senegalesa, fuerte y llena de especias. Me gusta descubrir nuevos sabores y dejarme sorprender por cosas que nunca he probado. Me impresiona la noche. Mientras estamos cenando, escuchamos unos ruidos fuertes y desconocidos, como de algun animal que saliera del mar con un tamaño brutal. Nos dicen que son barracudas que salen al caer la tarde. Da pavor escucharlas.

Me voy a nuestra cabaña y en la noche desde mi cama, escucho atónita el salto de las barracudas por los manglares. Dejo las ventanucos de la choza abiertas porque quiero escuchar a las hienas al pasar. En el campamento, me han dicho, que todas las noches se las oye reir y gritar merodeando las cabañas. Uno de los recuerdos mejores de los viajes que hemos hecho por este misterioso continente fue escuchar a las hienas en las noches del Desierto del Kalahari. Sentía una mezcla de excitación, miedo, fascinacion como pocas veces había sentido. Ahora quiero volver a sentir lo que se siente al percibir en la noche a estos animales tan peculiares.

Me despiertan sus risotadas en la noche y tengo miedo, mucho miedo, las oigo y están cerca. La cabaña no tiene cerradura. Hemos puesto una silla por si alguien intenta entrar. Mi pavor y mi fascinación hacen que mi corazón no deja de latir con fuerza. Me vuelvo a dormir y me vuelven a despertar las hienas que de nuevo vuelven a pasar cerca. Vuelve el temor y la emoción  de encontrarme en un sitio único. Asi, hemos pasado la noche, cada vez que se acercan, se las oye, reir y gritar. La noche ha sido increible, barracudas que salen del agua y que emiten sonidos como el monstruo del Lago Ness, hienas que gritan incansables por la noche mientras buscan presa.

Desayunamos en la palloza con los franceses que comparten el campamento con nosotros. Hablamos sobre su viaje, sobre nuestro viaje, sobre otros viajes. La conversación típica de los viajeros africanos, intercambiar experiencias, sitios y lugares.

Nos volvemos con pena de dejar este lugar únco a Tomboukuda en piragua. Antes de irnos, me doy cuenta de que en el lugar donde estuvimos nadando placidamente Xaquin y yo, está plagado de enormes peces. Estamos en una reserva donde la pesca está prohibida y los peces se hacen enormes sin que nadie les impida crecer. Menos mal, que ayer por la tarde, no adivine que estos enormes pescados rodeaban en silencio nuestro baño. Volvemos en piragua a Touboukuda.



12 mayo Banjul (Gambia)

Vamos a coger dos motos, camino de Karam. Son unos 30 kilometros, nos acompaña nuestra maleta roja. Al pasar por la carretera dejo a un lado una reserva de animales pero nuestro destino es Banjul, capital de Gambia. LLegamos a la frontera en Karam. Hemos tenido que sacar el visado. Tras discutir con los gendarmes, lo reglamentario, la visa nos ha salido demasiado cara, unos 30 euros cada uno. Hemos dado con un policia muy enrollado. Nos ha aconsejado un hotel, el Diana Palace de Banjul y un cambista para cambiar dinero. El cambio que nos daba no era bueno.

Unas mujeres en el tumulto de la frontera, nos ofrecen un cambio mejor. Hemos pasado a Gambia de una forma relativamente fácil para como suelen ser las fronteras africanas. No hemos tenido ningún problema. Vamos en un taxi compartido hacia Barra para coger un ferry que nos llevará a la capital, Banjul. Antes hemos cambiado dinero. En la frontera, varias mujeres nos han rodeado, gritando todas a la vez, nos empujaban, liaban y contaban nuestro dinero. No me dieron buena espina y decido cambiar sólo 200 euros. Una buena decision, porque varias horas después, durante la tarde, nos hemos dado cuenta que por primera vez en nuestros viajes por este continente, nos han timado, como si se tratase de magia, nos han engañado. Reconozco que no nos hemos dado cuenta de que nos estaban robando. Miento, es la segunda vez que nos ha ocurrido tras tanto periplo  africano. La otra vez fue en el aeropuerto de Lagos (Nigeria). Llegabamos muy cansados de madrugada y a un cambista le dimos cien euros para cambiar, ni los contamos. Al darnos la vuelta, nos había dado la mitad. La imprudencia fue nuestra. Cogemos un sept place todavía sin saber que nos han timado y que llevamos la mitad del dinero a Barra donde vamos a coger un ferry a Banjul.

La llegada al ferry es un enorme ajetreo de gente. Hace un calor insoportable. Las gambianas visten con muchísimo color. Una mezcla de colores que es un regalo para los sentidos, trajes, vestidos, pañuelos, pareos verdes, naranjas, rosas, amarillos, fucsias. Todas las posibles mezclas les quedan bien a estas bellísimas mujeres. Me recuerdan en la forma de vestirse a las mujeres congolesas de Brazaville.




Algunas son muy jóvenes, unos quince años y ya cargan con críos a las espaldas. Son niñas con cara de bebe y un bebe lloriqueando atado y sujeto con un pañuelo a la cintura de su madre. Les van dando palmaditas en el trasero como si fueran muñecos con los que seguramente nunca han jugado. Las niñas de África son mujeres desde los siete años, apenas infancia, apenas niñez. Madres niñas,

Cruzar el rio Gambié desde Barra a Banjul es un homenaje a los sentidos, olores y colores, mezcla fantástica. Una de las mejores imágenes de África. Un porteador nos lleva nuestra maleta roja al ferry. Nos esperan un par de horas antes de que dejen entrar gente en el barco. Me da respeto hacer fotos. Tengo miedo a que empiece la bronca muy frecuente en el África Negra cuando ven una cámara. Nunca sabes como van a reaccionar. A veces, es imposible como en Congo o Nigeria. Otras veces, como en la República de Benin es fácil y amigable. Tímidamente empiezo a lanzar alguna foto y nadie protesta. Aún así, controlo mi necesidad de captar las imágenes y guardo la cámara.

Tras dos horas de espera, la gente se mueve hasta unas puertas de hierro, y todos se van apiñando bajo un sol de muerte. Se concentran unas mil personas preparadas para subir al barco.


El calor es sofocante. Los niños lloran y sus madres intentan calmarlos. Cientos de personas esperamos apiñadas, de pie a que se abran las puertas que nos llevan al ferry. Se abren y aluvión de individuos me empujan. Entre el bullicio y el miedo pierdo a Xaquin. La gente quiere coger un buen sitio en el barco. No tienen ningún miramiento. Logramos subir y no entiendo porque tanta prisa ya que en el barco seguimos de pie y apiñados. Nos acompañan cabras, gallinas, vacas, camiones, coches, trailers llenos de ganado. El espectáculo es insuperable y una prueba de resistencia. Hace mucho calor y tengo miedo de que este viejo barco oxidado con cerca de mil personas, se hunda de repente.


 

Recuerdo la historia de la cooperante portuguesa que conocí en Guinea Bissau que se había salvado de un barco que se hundío con cientos de personas frente a las costas de la capital, Bissau. Nadando llegó a la orilla y pudo vivir para contarlo. Tras ella, dejó muerte y desolación. Se salvó por ser europea y por tanto, saber nadar y por su juventud. A su lado, murieron centenares de personas que no sabían nadar. Me abordan estos recuerdos, mientras cruzo el río Gambié. Estamos llegando a Banjul, capital de Gambia. Al bajar del ferry, comienzan de nuevo los empujones, las prisas y el riesgo a que te pasen por encima, cientos de personas.





Banjul es precioso, tiene un aire viejo, decadente y colonial. Me recuerda, en parte a Bissau y en parte a Brazaville. Me gusta. Lo primero buscar un hotel. Vamos a coger un taxi. Le damos al taxista la dirección del primer hotel que hemos elegido y ante nuestra sorpresa sale de la ciudad. He pensado por un momento que nos va a robar. Al final, nos lleva a un hotelito al borde del mar pero vamos a descartarlo porque está muy lejos. No hay hoteles en Banjul. Lo único que encontramos son alojamientos, pensiones, cutres e indecentes, imposibles para nuestras posibilidades de resistencia africana o uno carísimo pero en la playa. Es un resort que hizo Gadaffi, del más puro estilo hortera africano. No tenemos alternativa. El hotel se encuentra muy bien situado.






Tiene una gran palloza al borde de la piscina, abierta al Atlántico. Vamos a comer algo ligero y luego a pasear por Banjul. La ciudad es preciosa, recorremos el Albert Market. Conozco casi todos los mercados africanos, sin embargo, este tiene algo especial. Los sastres están situados uno tras otro, en una parte del mercado, cosiendo con sus máquinas todo tipo de tejidos, telas, gasas, vestidos. Hay hilos y hebras de colores por todas partes, acompaña un ensordecedor ruido de las máquinas de coser funcionando a todo tren. El espectáculo es magnífico, lleno de color, los tintes y tinturas con sus distintas tonalidades llenan este fantástico espectáculo. En otra parte del mercado, están los vendedores de verduras, frutas de todos tipo, pescados, pollos, gallinas vivas en sus jaúlas, carnes, especias, arroces, semillas, etc. Los vendedores están distribuidos en distintas zonas. Es uno de los mercados con más colorido, aroma y sabor que he visto. El paseo por Banjul resulta soberbio. Sin embargo, Banjul, no tiene infraestructura para encontrar un sitio para cenar. Tenemos que conformarnos de nuevo, con el hotel de Gadaffi. No hay lugares donde comer ni hoteles medianamente decentes en Banjul porque no hay turismo. Todo el turismo que llega va directamente del aeropuerto a la costa de Gambia.

En las calles de Banjul encontramos carteles como este. Gambia es uno de los países de África más restrictivos con la homosexualidad que se castiga con penas que pueden llegar hasta la cadena perpetua aprobada en una nueva ley discriminatoria impulsada por el presidente Yahya Jammeh en 2014.


13 de mayo (Costa de Gambia)

Tras un desayuno increíble en el hotel de Gadafi, con zumo de baobad y otros nectares de frutas desconocidas, algunas picantes y que su sabor no me resulta desconocido, nos vamos a la costa de Gambia. Hemos cogido un taxi para dirigirnos a la zona donde se encuentran todos los resort. No tenemos claro donde ir. El taxi nos deja en uno de los más conocidos de la costa, "Senegambia". Es increíble. Nunca había estado en un sitio así. El resort es muy popular, está lleno de gente. Lo primero que observo. mientras hago el check in en la recepción es a una mujer blanca, de unos sesenta años, guapísima. Lleva una diadema que le recoge el pelo, tipo años sesenta, con un estilo Grace Kelly. Le acompaña un chico de unos veintitantos, negro y con rastas. Es su amante. Gambia es uno de los lugares más famosos del mundo por su turismo sexual. Los resort son el sitio idóneo para llevar a los gigolo. La imágen me ha impresionado. La mujer alecciona al chico como si le diera consejos sobre la vida de Europa que él desconoce por completo. Hablan tranquilamente pero con el coqueteo típico de la seduccion. Gambia es un paraíso sexual. Pederastas, mujeres mayores a la búsqueda de sexo, jóven y fornido. Hay anuncios contra la pederastia por todo el hotel, en cada columna, en cada puerta. Este hotel ha debido ser y todavía es, testigo de muchos abusos de vejestorios con dinero, alimentándose de la miseria de los niños.


 El hotel está lleno de mujeres solas. No estoy acostumbrada a ver esto por Africa. He visto todo o casi todo, pero este fenómeno de Gambia, me deja llena de estupor. El resort esta repleto de parejas peculiares, mujeres de edad madura con chicos muy jovenes, guapos y musculosos, mujeres mayores buscando o esperando. Grupos de tres o cuatro mujeres, de unos sesenta años que viajan en grupo encontrando complicidad. Hombre mayores blancos en compañia de chicas jovencísimas, imposible saber si son menores. La playa se encuentra hasta arriba de chicos haciendo gimnasia  y realizando ejercicios de contorsionismo, mostrando músculos como reclamo a los favores y ofreciendo sexo a cambio de comida o de algunos cfa.





La salida del resort que tiene acceso directo a la playa que se encuentra llena de muchachos ofreciéndose como si fueran buena mercancia.

La playa también se encuentra llena de perros. Este es un fenómeno propio de Senegal y de esta zona También he sido testigo de algo parecido en Nigeria y en algún otro país africano. Es un fenómeno muy extendido en las playas de Senegal y también en Gambia. Están repletas de perros que campean a sus anchas en diferentes zonas. Tienen un sentido territorial muy fuerte y es frecuente ver como pelean entre ellos.


Se acercan a los bañistas, no tienen ninguna medida higienica. En África no existen veterinarios y en muchos países no hay ni perros ni gatos porque se los comen. Van en grupos de veinte o treinta perros. Hay pandillas en cada playa. Son muy molestos, la mayoria de las veces, te intimidan. Al final, optas por no bañarte. Nada más aparecer por la playa, se acercan a ti, algunos vienen ya corriendo desde lejos y ladrando. Muchas veces, te das media vuelta y dejas el baño para otra ocasion.

Este resort es fantástico, parece una gran ciudad. Esta lleno de gente. Es muy grande con cientos de hectáreas, diferentes zonas de recreo, pistas de tenis, padell, piscinas con distintos tamaños y formas, zonas para espectáculos. Mucho europeo, alemanes, franceses, italianos, americanos que por estar en un sitio de estos, cree que haber conocido África. El jardín es precioso, un auténtico vergel, se encuentra lleno de buitres y de todas las variedades de pájaros que uno pueda imaginar. Los buitres han elegido el cesped del resort para descansar y refugiarse entre las sombras de sus enormes árboles del sol africano que cae como un plomo durante el día. Descansan a la sombra.


También los monos campean a su aire. El resort está lleno de empleados que lo recorren uniformados de arriba abajo, limpiando, atendiendo a los clientes para que todo sea perfecto. Nunca he visto un sitio igual pero no me gusta. Me imagino esos viajes a Gambia llenos de europeos que creen que conocen África y no tienen ni idea. Este lugar no tiene nada de África salvo la vegetación exhuberante. Los europeos vienen a las zonas de resort de Gambia y ni siquiera pisan Banjul, su capital que no tiene apenas ni hoteles ni restaurantes. Significa que los cientos de turistas de todo el mundo que vienen a Gambia no pisan su capital.

Hemos dedicado el día a descansar, baños, playa, piscina y sobre todo a observar. Es muy interesante observar en un lugar como este. La habitación que tenemos no tiene el sabor de los hoteles africanos. Es una habitación de resort. En esta parte del Atlántico, costa de Gambia únicamente hay resort, restaurantes, sitios de copas. Queda muy lejos el verdadero sabor africano.

Esto no es mi África. Ha estado bien la experiencia de conocer lo que es el turismo de paquetes en África pero los viajeros sabemos que quien ha venido por estos lugares y se va, sin más, no tiene ni idea de lo que es este indómito, salvaje e insaciable continente. El único peligro que puedes correr es que te pique un mosquito mientras paseas por los vergeles del resort.

 Me encuentro este cártel a la salida del resort


14 mayo (Costa Atlántica de Gambia-Banjul-Dakar)
Nos vamos del hotel. Mientras desayunamos, unos monos hacen monerias en un tejado cercano.


En un taxi vamos a la gare routier y cogemos un sept place hacia Banjul. De nuevo el ferry para cruzar el río Gambié. Esta vez no hemos esperado tanto. El paísaje es sublime e insuperable. Esto si que merece la pena. Este ferry es una verdadera experiencia africana. El recorrido Banjul-Barra cruzando el rio Gambié en barco es un viaje soberbio, esplendido y fantástico.



Acabamos de pasar dos fronteras, primero la de Gambia, sin problemas y rápido, después la de Senegal. Hemos denunciado el timo de las mujeres. Las fronteras siempre son sitios de extremo bullicio, peligrosas. Están llenas de maleantes, carteristas y buscavidas. Siempre me han impresionado y dado cierto respeto. A pesar de que hemos sido victimas de un timo, estas fronteras han sido fáciles de pasar.

Recuerdo la última frontera que pasamos en el Congo Brazaville desde Congo Kinshasa. Tuvimos que acudir a la ayuda de un diputado de la asamblea de Brazaville que nos habia dado su contacto un periodista congoles para que nos sacase de alli. Nos tenian retenidos por no haber dado el nombre, la dirección y el hotel donde nos alejariamos en Brazaville. En realidad, no teniamos hotel buscado porque lo pensabamos hacer sobre la marcha. Excusas, pretextos, siempre habría alguno para jorobar un poco. Cruzar la frontera entre Benin y Nigeria, a poco más que tenemos que llamar al embajador. Nos tuvieron peligrosamente retenidos. C'est l' Afrique. No hemos localizado a las timadoras.

Hemos tomado un taxi compartido rumbo a Dakar desde Karam. El viaje ha sido largo. Pensamos en un primer momento, quedarnos en Mburg, precioso pueblo de pescadores, que conocemos bien, de otros viajes. La llegada al caer la tarde de las piraguas con el pescado es absolutamente fantástica. El trasiego de gente en torno a las barcazas llenas de peces que llegan de la mar, las vendedoras de pescado, el comercio que se forma alrededor de la llegada de los marineros. Siempre hay una ocasión para comerciar en África. Un mundo de color, animación y vida gira en torno a los pescadores de Mburg. Es una de las mejores imágenes de este continente.

Hay que llegar en hora a Mburg y cae la tarde. La hora bruja de la llegada del pescado se nos está echando encima.Tenemos que cambiar de planes, además, nos da tiempo a llegar a Dakar en este taxi compartido. Nuestros compañeros de viaje siguen la ruta. Le confirmamos al conductor que seguimos hasta Dakar. Desde el coche vamos viendo las villages del camino. Hace mucho calor en esta época del año. Es la època seca. Al pasar por una village o aldeita a la hora en que el sol cae de pleno, los hombres, por lo general, están debajo de un árbol, dormitando, mirando ver pasar la vida. Las mujeres, en otro árbol, con los niños hacen lo mismo, esperar a que caíga la tarde. Las cabras del pueblo también se apiñan juntas debajo de otro árbol, hombres, mujeres, niños, cabras nunca mezclados debajo de distintos árboles. Me parece maravilloso ver las villages a través de los cristales sucios y embarrados de este taxi. Los pueblos desde la carretera se muestran como en un escenario, observar la vida tranquila, sin sorpresa, a cada lado de la carretera. No me canso nunca de ver pasar villages y villages contemplando como en un teatro, la vida cotidiana de este mítico continente.

Hemos llegado a Dakar y nos vamos derechos a la playa de N'bor. Estamos en nuestro hotel de siempre "La cabane du pecheur". Este lugar es fantástico, se encuentra en mitad de la playa. Un rincón donde llegan los pescadores con el mejor pescado del mundo. Las habitaciones han subido de precio desde la última vez. Nos han dado un dormitorio al lado del mar. Ya habiamos estado estado en esta habitación en algún otro viaje. Hemos amanecido en la costa de Gambia y ahora estamos cenando tranquilamente en Dakar. La cabane du pecheur tiene uno de los mejores pescados que he conocido. Esta situada a unos diez metros de la orilla del mar. Estas cenando y las olas llegan a tus pies. Se ha acabado el chof, pescado típico senegales, exquisito de sabor. Vamos a pedir las más ricas crevettes que esta costa atlántica nos regala. Caeremos muertos de sueño. El día ha sido demasiado largo. A estas horas no tenemos claro todavía que queremos hacer rmañana.

Creo que vamos a optar por acercarnos a Touba, ciudad santa de Senegal, una ciudad a la que siempre nos hemos quedado con ganas de conocer. Alguna vez, hemos pasado cerca pero nunca nos ha venido bien en nuestra ruta.

Touba es el centro religioso más importante de Senegal, se encuentra a unos 170 kilometros de Dakar. En esta cuidad está enterrado el fundador del muridismo Ahmadú Bamba, lider espiritual y político durante la independencia de Senegal cuya máxima fue la no violencia.
En 1926 se construye una Gran Mezquita para albergar los restos del Santo. Este templo se ha convertido en el mayor lugar de peregrinación del islamismo en Africa.

Touba es una especie de Meca, lugar de peregrinación para los musulmanes de Senegal y de muchos países africanos. Cuando hacen la megal o fiesta se pueden reunir en peregrinaje, cientos de miles de personas. Hay sacerdotes de Touba por todo el país. Se les reconoce por su aspecto. Llevan unas largas túnicas, aspecto desaliñado, especie de rastras y llevan colgadas una especie de estampas de su lider religioso y de los santos de Touba. Es una especie de escapulario que les cuelga del cuello y que los identifica. Antes de llegar a Touba, hay una ciudad a la mitad del camino, se llama Thies y tiene muy buena pinta. Me gustaría parar en ella para comprar alguna tela africana para forrar una lámpara en casa. Otra opción sería el Lago Rosa. Hemos venido a Dakar varias veces y nuca hemos logrado acercarnos.

El Lago rosa debe su nombre al color de sus aguas que se tornan especialmente rosáceas durante la estación seca. Se debe a un alga que fabrica un pigmento rojo para absorber la luz del sol. El alto nivel de salinidad permite que, al igual que sucede en el mar Muerto, las personas floten con facilidad. Nunca lo he visto pero si he visto fotos y es una auténtica maravilla.

15 mayo Dakar-Touba-Thies

Nos hemos levantado tras una noche reparadora, escuchando las olas romper cerca de nuestra ventana. Vamos a desayunar donde siempre, en una patiserie muy cerca de nuestro hotel. Hemos decidido acercarnos a Touba. En la gare routier nos ha costado mucho trabajo encontrar plaza. No queremos ir detrás en el sept place porque es un viaje claustrofóbico con el calor que hace en esta época del año. La cosa se nos complica porque hay una fiesta religiosa en Touba y mucha demanda para ir. Se nos cuelan en las narices varios viajeros y estamos a punto de mandar a la mierda a Touba.

Me dedico a observar a la gente que hay en la gare routier, vendedoras, buscavidas, trabajadores, viajeros. Toda un escenario para conocer como son los hombres y mujeres de este país, y lo que llevan escrito en sus caras.














Por fin, tras dos horas de espera, parece que sale nuestro taxi compartido. Nos ha costado bastante dinero para lo que cuesta desplazarse en este país, unos siete euros por barba debido a la fiesta de mañana. Nos habian dicho que el viaje duraba dos horas y media a Touba, en el peor de los casos, tres horas. Nunca preguntes esto en Africa. Te contestan que dura dos horas o tres por decir algo. Los africanos no miden los tiempos del viaje por horas. No saben. El concepto de tiempo es diferente a nosotros. Debemos volver en el día. Hemos dejado todo en el  hotel de Dakar. A las tres horas de nuestra salida, pasamos por Thies y nos damos cuenta de que todavía nos quedan dos tercios del viaje, si hacemos caso del mapa.

Nos planteamos darnos la vuelta. Llegariamos a las cinco de la tarde y luego vuelta a Dakar. Nos bajamos del sept place con rapidez en la primera village que vemos sin saber como volver a Thies, unica ciudad del camino que tiene grand routier. Nos ponemos a hacer dedo o parar un coche. Hace un calor de cien demonios y el sol te mata. Pasa un tro-tro (pequeño bus donde van hacinadas muchas mas personas de las que caben. En Ghana se llama tro-tro, en Nigeria se llaman Danfo, en Mozambique se llaman chapas) y nos para.


Nos cobra 1000 cfa por llevarnos a Thies, subimos. En una hora nos plantamos en esta ciudad que se presenta magnífica. Es grande, llena de árboles. No parece sucia y muy ordenada. Tiene pinta de ser una ciudad muy bonita y totalmente desconocida para el turismo.

Estamos agotados y buscamos una cerveza como posesos. Nos cuesta encontrarla bajo un sol que cae como un plomo. Entramos en un pequeño restaurante local y decidimos sobre la marcha comer. Cuando hacemos una ruta de un día completo, suelo comer algo de fruta o frutos secos pero no me paro a comer en un restaurante porque mi viaje tiene que seguir. Lo que si hago es hacer una cena tranquila y descansada. Pedimos un youssa poulet y un soupe Kandes, este último plato es típico de Casamance. Me parecen exquisitos, verdaderos manjares de comida senegalesa. Nos hemos bebido tres cervezas de un solo trago, una tras otra para calmar el calor que tenemos metido en el cuerpo. El dueño del restaurante es un musulman encantador que me explica en que consiste cada plato. Hemos comido de maravilla y  nos hemos quedado de piedra cuando nos ha dado la cuenta. Ha cobrado 6000 cfa unos ocho euros por todo lo que hemos comido y bebido. Este es el indicativo de que Thies no es una ciudad turistica. Senegal no es un destino barato dentro de los países africanos porque hay turismo.

Nos acercamos al barrio donde hay telas y tisues. Por fin, elijo nuestra tela. En la elección de una tela africana juega la primera vista. Si a la primera, no logro elegir, ya no soy capaz de distinguir entre ellas. Todas son preciosas y me vuelvo incapaz de saber cual me gusta más. He encontrado la tela para forrar una lampara, me gusta, va a quedar bien, dandole ese aire africano que siempre busco en mi casa de Madrid. Hay que volver a Dakar, queda mucho viaje y estamos exhaustos.

Hemos planteado mal el día. En un viaje de estos, en los que nada esta planificado, donde vas donde te lleva tu intuición y tus ganas, a veces, te equivocas y un día se vuelve complicado, desde el principio se complica, te desanimas. Hemos calculado mal la distancia a Touba haciendo caso a la gente, sin pensar en más y eso aquí, no suele funcionar. No hemos podido llegar al objetivo que nos planteamos para el día de hoy. Sin embargo, hemos conocido Thies, que no estaba previsto. Llegamos a Dakar, agotados y extenuados de vuelta en un sept place. Vamos a cenar un delicioso pescado al lado del mar. Tras el sofocante calor que hemos pasado, a la orilla del mar, hace frio y tengo que ponerme una cazadora. Hay una diferencias enormes de temperatura en esta época, entre la noche y el día. En este viaje, sin embargo, no hemos pasado calor durante la noche. La cabanne du pecheur es un lugar fantástico.


Hemos tomado unas crevettes y un pescado delicioso como es todo en esta parte del mundo donde todavía el mar nos regala sabor. Sólo nos queda un día en Senegal. Mañana nos vamos. Prefiero no pensar en la inmensa pena que me da abandonar este país tan fantástico, único y tan familiar.
Creo que mañana no vamos a ir al Lago Rosa. Hoy hubiera sido el día pero como en todos los viajes que se van haciendo día a día y sobre la marcha, diseñas un camino y una ruta y también, te equivocas. Hoy ha sido ese día. El Lago Rosa va a tener que esperar a otra escapada a Senegal.

15 mayo Dakar-Madrid
Esta noche nos vamos. El avión sale a las diez. Aunque estamos cerca del aeropuerto, hemos decidido no ir al Lago Rosa. Ayer fue un día agotador y es hoy es mejor disfrutar de Dakar. En el hotel nos dejan aprovechar la habitación hasta la hora de ir al aeropuerto (cosas de África). Esto es algo común e impensable en nuestra sociedad europea donde los hoteles se abandonan a las doce. Aquí, da igual. Si tienes que ir al aeropuerto, no pasa nada. Dejas la habitación un rato antes para echar la siesta, descansar y salir como nuevo con destino a tu país.

Desayunamos en nuestra pastelería y vamos a una playa de pescadores recorriendo la cornisa de Dakar que es bellísima. Esta ciudad es impresionante, está rodeada de mar por todas partes. Bajamos a la playa, es sábado y los pescadores repasan sus redes, charlan en grupos. Las mujeres también hacen sus propios grupos. Todo tiene un sabor y un color como sólo lo tiene Senegal y sus pescadores. Se respira un ambiente festivo. No llegan barcos por lo menos en este momento aunque si distingo piraguas pescando en el mar. No me atrevo a hacer fotos. Me pierdo mil bellas imágenes pero me ha podido mi timidez, una vez más.


Vamos al mercado de artesanos, quiero comprar algún recuerdo para mis amigos. Lo recorremos tranquilos. No nos molestan demasiado a diferencia de otros países africanos donde es difícil poder detenerte a observar algo sin que te asalten varios a la vez. Aquí, han aprendido que hay que dejar respirar al viajero. La tarde se echa encima y el día va a ser corto o largo pero no ya en Dakar. Hemos vuelto a la cabanne du pecheur a sentarnos en una terraza donde disfrutar de la playa de Ngor llena de gente, la mayoría locales.



La playa está llena. La gente se baña, habla, juega. Se han instalado puestos de comida, vendedoras recorren la playa vendiendo toda clase de objetos, collares, cacahuetes, bollos, etc. Es una locura de gente y de color, Sentarse a observar es soberbio. Cada mirada es una imagen inolvidable.








La playa está llena de chicos entrenandose. La lucha senegalesa está muy extendida como deporte nacional. Estos chavales se entrenan para tener los mejores cuerpos y la mayor fuerza. Está playa está repleta de gente haciendo ejercicio, carreras, todo tipo de deporte, etc. También ha pasado ya la hora de bañar a las cabras en el mar. Se hace los sábados y cada local trae a sus cabras, las baña tranquilamente, las frota, las aclara por una cuestión de higiene. Las cabras están blanquísimas. Cabras, personas, todos se bañan en las playas de Dakar. La práctica de lavar en el mar a las cabras cada familia y los sábados esta muy extendida en Senegal. El sólo hecho de observar merece la pena, intentar que no se te pase detalle. Es una imagen para no olvidar.

La tarde pasa deprisa, hemos dormido un poco, Se acaba nuestro viaje. Nos vamos al aeropuerto. Nos despedimos de nuevo de Dakar con este viaje que comenzó justo hace una semana aquí mismo y que ha resultado inolvidable como cada viaje por este indómito, único, mágico y brutal continente.