RECORRIENDO MOZAMBIQUE EN 20 DIAS

EXISTEN TRES TIPOS DE HOMBRES, LOS QUE ESTÁN VIVOS, LOS QUE ESTÁN MUERTOS Y LOS QUE SURCAN LOS MARES. (PLATÓN) 


24 de julio (Madrid-Maputo)

Nuestro avión de las líneas etiopes sale a las ocho y media de la tarde. Nos vamos preocupados porque Xaquin tiene una contractura en la espalda y nuestro viaje es complicado, duro y de resistencia. Esperemos que en unos días se encuentre mejor y no sea su espalda un obstáculo. El año pasado en el Congo Brazaville le picó una supuesta mosca que nos hizo quedarnos en Kinshasa todo el tiempo por si las cosas se ponían mal, poder salir para España rápidamente.

Nunca he volado con las líneas etíopes. Volar es un acto de superación que hago en cada viaje después del accidente que tuvimos volviendo de Teheran. Me dije a mi misma que no iba a dejar de conocer el mundo y viajar que es mi gran pasión pero volar me da miedo. Nunca lo voy a superar. Me empieza un sudor frío y cualquier movimiento, sonido, vibración me parece que es el último. Ayer en la fiesta de despedida de Mavi, alguien me dijo que las etíopes son seguras.

Tengo ganas de recorrer Mozambique. La verdad es que hubiera preferido volver al Congo de nuevo.  La fascinación que me produjo el grande de los grandes no es comparable a nada. Nigería es el único país del África Negra que conozco que se le puede parecer en algo. Sin embargo, el Congo me supo a poco. Un país extremadamente complicado y peligroso. El Congo es incomparable hasta para albergar los insectos más desconocidos del planeta. No daba tiempo a sacar el visado para este viaje. Mozambique es la opción que hemos elegido. Ya conocemos Maputo. Estuvimos hace seis años, pasando de forma un tanto pirata desde Sudáfrica. Ahora vuelvo a este gran país con muchas expectativas. El país es grande y tiene pocas carreteras. De momento solo tenemos claro, subir en avión al norte del país e ir bajando ya veremos como y por donde.



Tras una escala en Roma, volamos a Addis Abeba. El vuelo no ha sido malo aunque son muchas horas, Todavía nos espera otro vuelo a Maputo.

Acabo de conocer a Elena. Vuelve a Maputo tras unas vacaciones en su tierra, Bilbao. Es una cooperante española que trabaja en una ONG valenciana. En el avión va a nuestro lado. Su ONG trae a especialistas en obstetricia y pediatría españoles que forman a los médicos locales para que puedan atender a las mujeres y bebes pudiendo evitar las tremendas tasas de mortalidad que hay entre las parturientas. Elena cuenta que las mujeres en Mozambique mueren con mucha frecuencia al dar a luz. Se mueren en el parto y después del parto. Lo llaman las tres demoras, la primera, la mujer avisa tarde de que ya se encuentra de parto, No puede ir sola al hospital, la tienen que acompañar o su marido, su padre, no puede ir con cualquiera. Si hay un problema, dificulta su solución y es posible que antes haya ido a un brujo local a pedir ayuda. Elena está conmocionada porque se acaba de morir en el parto la mujer de un compañero de trabajo. Hacia unos meses había estado en su boda. Todavía nadie les ha explicado la razón.

Elena fue voluntaria en Juarez (Mexico) durante un año, después trabajó con los salesianos y ahora con esta ONG. Me dice que no cree que vuelva a España porque tras estos años cuando ahora vuelve a Maputo desde Bilbao siente que vuelve a casa. Se ha enamorado de un mozambiqueño y ya se han comprado un terreno y han empezado a construir una pequeña casa, quiere tener un huerto y cultivar mandioca.  África la ha atrapado y ya no quiere volver, Quiere formar una familia en Mozambique.




Nos hemos instalado en una especie de albergue, un backpackers. Maputo es muy caro. El sitio es un hostel lleno de gente de todos los países. Es un lugar bonito y alegre lleno de vegetación frondosa, exuberante con mucho color y cierto aire decadente y africano. Tiene un ambiente variado, ameno y divertido. En el centro, el jardín de donde salen las habitaciones. Nos han dado una alcoba muy sencilla y básica con mosquitera y baño privado bastante cara para ser un hostel. Impensable hace seis años. Maputo ha cambiado. Se está convirtiendo en una capital africana muy cara. Lleva camino de convertirse en una Kinshasa o Luanda donde se hace inviable sobrevivir a un europeo de clase media como nosotros. En Maputo ahora hay gas y petróleo. 

Estamos agotados, dedicamos la tarde a reencontrarnos con Maputo, apenas reconozco la ciudad. Ha cambiado mucho en seis años. En las calles hay muchos edificios en construcción, grúas y obras por todas partes. Me cuesta reconocer la ciudad decadente, pequeña y llena de sabor que conocí. 

26 de julio (Maputo)

El día despierta con sol y con una temperatura muy suave. Ahora es invierno y no hemos venido preparados. Necesito una cazadora y no la he traído. Desayunamos en una pastelería llena de blancos y empezamos a pasear esta ciudad. Vamos a coger una chapa o pequeño bus atestado de gente que se mueven por toda la ciudad. Paran continuamente para que la gente suba y baje, son incómodos. Se llaman chapa en Mozambique, tro-tro en Ghana, danfo en Nigeria, etc, es una forma rápida y barata moverte por la ciudad. Es el medio de desplazamiento más usado por los habitantes de Maputo. Conecta todas las zonas de la ciudad. Siempre van llenos.

La estación Caminhos de Ferro es la estación del ferrocarril. Es uno de los sitios coloniales más bellos de la ciudad. La cúpula fue diseñada por Gustavo Eiffel. Tiene un aire victoriano. Ha sido uno de los escenarios del rodaje de la película de Diamantes de Sangre con Leonardo Di Caprio.

La estación Caminhos de Ferro
Maputo todavía es una ciudad que enamora, bellisima, decadente, colonial con muchísimo sabor. Su nombre en la época colonial era Lourenço Marques. Sus calles están llenas de casas coloniales fabulosas repletas de una vegetación exuberante.


Mercado Central de Maputo
Vendedores en las calles de Maputo
Tiene una estructura muy rectilínea. El país alcanzó la independencia el 25 de julio de 1975. El primer presidente fue Samora Machel, abrazando la órbita soviética. Numerosas calles de Maputo tienen nombres como Lenin, Mao Tse Tung, etc.

Es domingo y la ciudad está vacía. No tiene el pulso de un día corriente lleno de gente. En general, los domingos en el Africa Negra hay que dejarlos para viajar. Las ciudades cambian, se quedan desiertas. Todo está cerrado. No tiene la vida ni el latido diario. Lo único que se ve por las calles son hombres y mujeres arreglados de punta en blanco para desplazarse a las iglesias protestantes, católicas, calvinistas, etc. Hemos intentado acercarnos a alguna misa. En África es una experiencia única porque son fantásticas. La gente canta, baila, entra en extasis o delirio. Los predicadores gritan, articulan, gesticulan hasta la exageración. Una misa se convierte en una locura africana. En algunos países sorprende que un blanco entre en su iglesia. Como lo consideran una deferencia hacía ellos, te intentan subir al altar para mostrarte a todo el mundo. En Kinshasa durante una misa evangelista con 12.000 personas, todas de color, intentaron subirnos con el predicador. Logramos escabullirnos y evitar subir al presbiterio sin ofender mucho al personal. Estas son las maravillosas cosas de Africa. Al africano le encanta que te intereses por sus cosas, por su historia, sus lugares, su cultos, su vida. Al africano le gusta que no pases como un turista sin mirar, sin conocer. Le gusta que le preguntes que te intereses por su existencia.

Comemos un bocadillo de sardinas en el hotel. La tarde para saborear Maputo, acercardonos al Océano Índico. Vamos a cenar en un restaurante que está en un jardín precioso saboreando un bacalao. Mozambique es colonia portuguesa y su comida es un mezcla de la tradición de Portugal y las especias del país. Una mezcla como siempre deliciosa.

27 de julio (Maputo-Pemba)

Cogemos un vuelo interno a Pemba porque las distancias en este país son inabarcables para los veinte días que tenemos. El aeropuerto de Maputo ha cambiado, da mil vueltas a cualquier aeropuerto europeo. Se nota que recibe a las fortunas más importantes del mundo que acuden a las paradisiacas playas del Índico donde se encuentran los mejores resort del planeta. Esta lleno de avionetas de lujo.

Mozambique ha evolucionado. Este país es irreconocible en estos seis años. Se ha convertido en un país muy caro. Esta transformación, crecimiento, desarrollo en el nivel de vida de la que solo disfrutan una pequeña oligarquía se va a extender al resto de países africanos. Me hace pensar que volver a África se convierta en algo imposible para nosotros.

Sin embargo, se respira despilfarro como en muchos lugares de este continente donde hay gas y petroleo. El país sigue siendo tan pobre, misero y paupérrimo como siempre. Sólo unos pocos afortunados tienen acceso al lujo que trae el petróleo.

Pemba se encuentra en la provincia de Cabo Delgado. Es la región situada más al norte del país. Limita con Tanzania. Es una provincia emergente porque en los últimos años se ha encontrado gas aunque sigue siendo todavía de las más pobres de Mozambique.

El viaje transcurre con normalidad. Es fantástico ver la costa mozambiqueña desde un avión. El oceano índico en todo su esplendor.

No sabemos que ruta vamos a hacer durante estos veinte días. Mozambique es enorme y tenemos muchas dudas, imposible ver todo. La zona de Teté en el interior que limita con Zambia y Malawi no queremos dejar de verla. El cónsul nos acaba de decir que no es recomendable debido a las luchas entre la RENAMO (La Resistencia Nacional Mozambiqueña conocida como Renamo es el nombre del partido político de oposición más grande) y el gobierno de la Frelimo. Ayer hubo cerca de cien muertos entre los militares desplazados a la zona. En la prensa internacional ni siquiera una reseña.
También quiero ver la provincia del Alto Zambeze, El lago Niassa o Malawi, el tercero mayor de África. Los próximos días iremos decidiendo. Ahora vamos hacía el norte del país y ya iremos viendo por donde bajar a Maputo.

Al llegar al aeropuerto de Pemba lo primero que noto es que la temperatura ha cambiado, es caliente, húmeda y africana muy distinta a la de Maputo donde ahora es invierno africano y se necesita cazadora durante la mayor parte del día. Hay que buscar un hotel y no tenemos ni idea. En un taxi recorremos cuatro hoteles y nos quedamos una guest house preciosa, escondida, discreta pero en primera línea de playa. Se llama "Umaca Nanhimbe". Los dueños son portugueses. Ella es más joven, el tiene cerca de 60 años. Vivió la etapa colonial porque fue soldado militar en la guerra de la independencia. Es sarcástico, amable, ácido y socarrón. Nos vamos a quedar aquí. Tenemos delante la bahía de Pemba que es la tercera más grande del planeta. Es absolutamente fantástica. Aquí el océano se presenta con majestuosidad. Hay dos hamacas situadas estratégicamente para ver el atardecer que tiene que ser único como lo son siempre en esta parte del continente.






Nunca he visto atardedeceres como en Sudáfrica, el cielo arde, parece que va explotar en una increible llamarada de fuego. En Mozambique también son soberbios.


Vamos a instalarnos y a darnos un baño en el océano. Mi maleta roja ya descansa en una bonita habitación frente al Índico. Hemos quedado a tomar algo con el responsable de la AECI que vive aquí desde hace dieciseis años.

La conversación con Jesús es interesante. Todas las personas que viven en África se convierten en contadores de historias asombrosas, increíbles y maravillosas. Al final hemos acabado a las tantas tras una cena los tres frente al océano.

Jesús nos explica que los makonde, tribu del norte de Mozambique son guerreros que tuvieron un papel muy importante y decisivo en la lucha por la independencia en este país. Jesús vivió con ellos mientras hacia su tesis doctoral al estilo del famoso libro "El antrópologo inocente" de Nigel Barley. Se dedicó durante un tiempo a estudiar las formas de gobierno de la etnia makonde, una de las más importantes de Mozambique.

Hablamos de proyectos, de la pobreza y miseria de este país. En esta país, las mujeres mueren al dar a luz. Hay mucho sida, una de las tasas más altas del planeta. Elena, la cooperante que conocí en el avión ya me había dicho que en el pueblo de Namapa con una población en torno a 20.000 habitantes, casi el 80% de la población son portadores de VIH. La gente no lo dice y sigue contagiando. Namapa solo tiene un hospital.

La gente muere y nadie sabe porque, se mueren sin más. La mayoría de las veces, suele ser por sida porque hay un porcentaje muy elevado de personas sin diagnosticar.

Jesús nos dice que en Pemba cuando la gente enferma y se acerca al hospital, el enfermo no pregunta que le ocurre, ni el médico tampoco se lo explica. le entrega la medicación y se la pauta, sin más conversación. Una forma más de ignorancia y de mirar a otro lado.

Hablamos de la brujería y de los hechiceros que están muy extendidos en Mozambique, incluso entre la gente que tiene estudios universitarios. Acudir al hechicero es una de las razones de las mujeres que llegan tarde a los hospitales con problemas en el parto y que se mueren. Es uno de los factores que explican la alta mortalidad al dar a luz.

También hablamos de necrofagia. En Pemba, donde vive, en los últimos años, han aparecido unos veinte cadáveres, supuestamente atacados por leones pero que las suturas y heridas no son causadas por animales sino por extirpación de órganos para rituales religiosos. Había escuchado hablar de esto en Abuya (Nigeria) a un empresario español que vive allí desde hace muchos años. La necrofagía, comer cadáveres o extirpar los órganos para hacer medicina tradicional es algo relativamente frecuente debido a que en ello creen la mayoría de los mozambiqueños.

También nos habla de las minas antipersona. Mozambique es el país de las minas antipersona. Se cálcula que hay más de 110 millones de minas repartidas en más de 64 países de África. Mozambique acaba de declararse oficialmente libre de minas antipersona. Después de 20 años de labor y más de 171.000 explosivos desactivados. Se puede decir que ha eliminado uno de los últimos resquicios que todavía quedan de la guerra civil que asoló el país durante 15 años.

Al parecer el país esta desminado aunque Jesús explica que hace poco tiempo una señora saltó por los aires en una aldea de Pemba en el mismo sitio donde había estado con unos compañeros la tarde anterior.

Me cuenta que sin darse cuenta hace unos años se metió en un campo minado y que de pronto, un individuo con escafandra a gritos le dijo que no se moviese, ¡quieto, quieto! y poco a poco, le fueron sacando del terreno utilizando el detector de minas. Nos sugiere que no nos movamos fuera de los caminos habituales y que en ningún caso, se nos ocurra, meternos en lugares marcados por señales o palos rojos alineados. Es la forma que tienen de avisar del peligro de campos de minas. Todavía es muy frecuente cruzarte con gente mutilada por las minas.

28 de julio (Pemba)

Hemos quedado con el dueño de la guest house para que nos acerque al centro. Va a declarar al Tribunal por un tema "serio" de tierras. Es un tipo interesante con el perfil de muchos expatriados de no pertenecer a ninguna parte. Dice que era músico, que tocaba la guitarra en un grupo fadista de Viana do Castelo, su ciudad natal. Lleva quince años en Pemba. La ciudad ha crecido en este periodo mucho pasando de 20.000 a 200.000 habitantes con un éxodo del campo a la ciudad. La policia mozambiqueña no deja de hacer controles de tráfico. Desde ayer, llevamos dos. El portugués con educación saluda a los polis, que nos dejan pasar y a continuación echa pestes de la negrítud. Les llama vagos, mafiosos, corruptos, sin verguenzas, chulos, truhanes, etc.

Nos deja en un sitio precioso para desayunar llamado "starfish", un lugar regentado por una blanca con mucho sabor con unas vistas maravillosas a la bahía de Pemba.

Paseamos por esta ciudad. Un grupo de mujeres con los críos a las espaldas cogen agua en un pozo. Mi presencia les hace reír. Les pregunto si puedo hacerles una foto, empiezan a posar para mi, de una en una, de dos en dos. Me gusta enseñarles en la pantalla de la cámara las fotos que les hago. A ellas, verse, las vuelve locas. Nunca se han visto y quieren más fotos para volver a verse. Se parten de risa.





Seguimos nuestro camino, bajando una gran escalera, nos vamos metiendo poco a poco en un barrio de pescadores. Es un barrio musulmán. Lo noto enseguida porque las mujeres llevan la cabeza cubierta y las niñas pequeñas también. El barrio es precioso. Se llama Paquitequete. Recorremos las callejas. Es una maravilla. La luz cae de pleno. La gente parece amable y nos deja pasear tranquilamente. Los niños juegan en la calle, las mujeres cocinan en los patios de las casas. Las chozas son de piedra, cubiertas de zinc, alguna madera las cubre. Son materiales de campo que no cuestan dinero. Esta forma de construir no la he visto por otros lugares de África. Los pescadores nos enseñan los camaroes (o gambones) que traen del mar. Otros arreglan las redes, Llega un dhow, la embarcación de vela de origen árabe, se caracteriza por su vela triangular y es un barco típico del Índico. Las utilizaban los árabes para acercarse a las costas del Índico y comerciar. Aprovechaban los monzónes para navegar. La embarcación es preciosa y parece que te remonta siglos en el tiempo. Nos hemos perdido. Este poblado es un laberinto. Un hombre nos muestra la salida.







Nuestro paseo sigue por la ciudad. Nos encontramos una escalera muy empinada con muchos escalones. Por ella bajan varias estudiantes uniformadas. Hago una foto a las chicas. Unos escalones más y llegamos al final. Nos esperan dos policías:

 -"Bon día" "muito calor".

Los polis con cara de pocos amigos nos piden la documentación. Tranquilamente se la damos.

 -"Hace calor y la escalera es larga"

El poli me contesta: usted ha cometido un delito. Ha hecho una fotografía a un policia y eso esta prohibido en Mozambique.

-"oiga que yo no he hecho ninguna foto a ningún policía"

-"callese y siganme".

Aparece un policía de inmigración. Quien conozca los signos inequívocos de África ya se ha dado  cuenta de que quieren dinero y que con un billete se zanja el asunto pero descarto la idea. El de inmigración dice que si hablamos portugués, le contesto que solo hablo inglés. Como ve que no vamos a soltar dinero y que no hay arreglo posible, se esfuma. Nos quedamos con los otros dos polis,  detenidos.

Xaquín les dice: "vayamos pues a la comisaria". Nos ponemos en marcha recorriendo el camino hasta el cuartelillo. Intentamos no mostrar preocupación ninguna, mirando los puestos de frutas y verduras que nos encontramos durante nuestra travesía con un policía delante y otro detrás. En un momento dado, hacemos intención de hacer una foto al mar para hacer ver que el incidente no nos produce ningún miedo. Uno de los polis se enfada y amenaza con esposarnos.

Durante el camino, se cruzan con otros polícias, y les explican que van de conduçao de detenidos para nuestro asombro y estupor.

Al llegar a la comisaria, el espectáculo es absolutamente africano. Esta llena de gente, Un  pobre detenido sale de una habitación llorando después de haber recibido, seguramente una paliza. Hay arrestados tirados por el suelo, esposados, a los que solo les falta los grilletes y las cadenas. Los familiares también esperan.

Un policía me ordena que me siente en un banco corrido donde hay más gente sentada, y yo le digo que no me da la gana. Empieza a vociferar como un energúmeno,  yo muy brava respondo que no me sale de las narices sentarme donde me indica, que solo soy una turista.

Xaquín empieza a ponerse nervioso. Ya estoy harta de africanadas. El comisario nos dice que expliquemos que es lo que ha pasado. Le aclaramos que no hemos fotografiado a la policía y que como es posible que nos pase esto si sólo somos turistas que venimos a dejar dinero a Mozambique. Ante el peso de mis argumentos, se queda sin palabras. Nos recuerda que en Mozambique está prohibido fotografiar cualquier lugar estratégico. Le pedimos disculpas y nos dejan ir.

No es la primera vez que tenemos alguna situación de este tipo. En Tambacounda (Senegal) también estuvimos en un cuartelillo por haber discutido con el guía que nos quería cobrar más de lo acordado. En varias fronteras hemos estado retenidos en más de una ocasion, bien por faltar un sello en la cartilla de vacunación, por carecer de la dirección de un hotel, etc, excusas, todas valen para sacar algo de dinero. La anécdota más increíble de todas fue en el aeropuerto de Lagos (Nigeria). Habíamos comprado una escultura preciosa de madera en una galería de arte. Una mujer joruba, menos mal que pedimos una factura. En el aeropuerto nos intentaron amedrentar acusándonos de sacar patrimonio del país. Tuvo que venir el agregado de Iberia a sacarnos del entuerto, un chico que había sido testigo de nuestra boda en Lagos unos años antes. Así es África, corrupta y despiadada con el blanco. La tarde la vamos a dedicar a descansar y recuperarnos del pequeño susto, paseando por Pemba que es una delicia. Mañana nos vamos a Ibo. Nos va a venir a recoger un arquitecto español que tiene unas obras en la isla y que trabaja allí aunque vive en Pemba.

29 de julio (Pemba-Ibo)

Nos recoge Rafa, el arquitecto. Vamos a desayunar en una fantástica terraza frente al océano que tiene la guest house.


"Umaca Nanhimbe"
Rafa esta casado con una mozambiqueña que se llama Etna. Es guapísima y muy interesante. Vamos a recoger a la coordinadora de la Fundación Ibo. Los cinco ponemos rumbo en un 4*4. El viaje resulta muy ameno, hablando del país, de la cooperación española, de la realidad social y política de este nación tan atrayente. Etna es una mozambiqueña que ha estudiado un master en la Universidad de Comillas en Madrid sobre cooperación y migración. Es una chica muy viva, rápida, culta y cautivadora. Tiene tanto desparpajo y habla tan bien castellano que hasta emplea tacos, expresiones y dejes tan castizos de Madrid que ni yo soy capaz de utilizarlos. Ha vivido en Madrid, conoce muy bien nuestro país.

La última parte del viaje se complica porque no hay carretera sino un camino de tierra. Los baches y la amortiguación del coche hacen que veamos las estrellas en cada socavón. Empezamos a descartar la idea de ir más al norte del país si las carreteras están en estas condiciones, es complicado viajando en chapa o transporte público. Hay que cambiar de planes.

Una cobra a la izquierda del camino. Rafa sigue rápido sin parar. Es muy frecuente verlas. Es mejor no detenerse porque se enredan en los bajos del coche, y te pueden dar una desagradable sorpresa. Si te pica alguna de ellas tienes doce minutos para hacer algo. Todos los españoles que viven por aquí tienen en sus casas unas enormes jeringuillas para pincharse en caso de apuro y sacar la sangre contaminada en un último intento de salvar la vida.

En un pequeño muelle hay un barco que nos espera. También tres chicas españolas que vienen de pasar tres semanas con unas monjas cuidando a niños en un orfanato, ahora quieren hacer algo de turismo. Nos acompañan. Hay tres cuartos de hora a la isla de Ibo y el sol abrasa. Ya son las dos de la tarde y tengo ganas de instalarnos.




Vamos directos al hotel "Cinco Portas". Es un alojamiento precioso, colonial, con sabor africano. Tiene un jardín fantástico, una pequeña piscina casi en el mar. Lo regenta una pareja de hombres mayores que son suizos. Nuestra habitación es preciosa con una mosquitera y mucha madera africana que te recuerda inequívocamente en cada detalle que te encuentras en el corazón de África. Es absolutamente fantástico.



Nuestra habitación


Hay poco tiempo para descansar. A las cinco y media se hace de noche y hemos quedado a cenar con todos los españoles en casa de Luis, el responsable en la isla de la Fundación Ibo.


Llegamos a la casa de Luis e Isabel. Es fantástica. Nos acercamos a la puerta. Tras atravesar un pequeño jardín, se escucha música de jazz. La vivienda tiene techos altísimos, mosquiteras en las ventanas. Es del más puro estilo colonial portugués. La casa es enorme, todo está perfectamente desordenado. Tiene un sabor y un encanto que hace posible imaginar como deben ser sus dueños. Me parece una casa de ensueño. Mi casa soñada. A la cena están invitados varios españoles, entre ellos, un médico de Almaden que recorre el país con su hijo veinteañero. Trabaja en Maputo. Es encantador. Los años no le han cambiado. Tiene aspecto de eterna juventud. Estuvo en Angola y varios sitios más. No quiere volver a España, quiere seguir siendo médico en África. La cena resulta muy interesante. En África, cada persona se convierte en un verdadero mago que cuenta historias increíbles. Todo se vuelve interesante y único. Es una cena con sabor africano, Se escuchan sonidos en el jardín, junto a la terraza  porticada donde estamos cenamos, resulta que son cientos de murciélagos. Nos vamos a dormir y a interrumpir esta maravillosa velada porque Luis se encuentra mal, tiene un ataque fuerte de malaria.

30 de julio (Isla de Ibo)

En África cada día es mejor que el anterior. Ahora navegamos de vuelta desde la isla de Matemo, una isla en mitad del Índico, absolutamente paradisiáca. Se encuentra enfrente de la isla de Ibo. Vamos en un catamarán, viejo y carcomido que nos ha facilitado la Fundación Ibo. La isla es de arena tan blanca y fina que parece harina y el agua que la rodea  unas veces es de un verde claro, otras de un azul turquesa, yo nunca he visto nada tan bello. La isla está llena de palmeras y cocoteros, parece desierta. El viaje dura hora y media desde Ibo.



El agua es tan cristalina que da horror poder ver la cabeza de un tiburón en frente mientras te bañas. Se puede ver el fondo del mar que está a varios metros, cada concha, caparazón, caracola, pez. Es increíble.

En África cada minuto es todavía mejor que el anterior, siempre te sorprende algo, cada mirada, cada niño, cada persona, cada casa, cada pueblo, cada aldea, cada pájaro, cada sonido, cada piedra. Todo es único, nuevo, oculto, misterioso, inescrutable, desconocido.


De vuelta a Ibo, pasando con el viejo catamarán bordeando la isla de Matemo vemos unas cabañas de pescadores, unas pocas familias entre palmeras. Son los únicos habitantes de esta isla fascinante junto con las aves zancudas que empiezan a volar al vernos. La mañana ha sido perfecta.








Hoy conoceremos de cerca el trabajo de la Fundación Ibo que es una fundación española, en la isla de Ibo. Nos acercamos al Centro Nutricional. Nos explican como detectar la desnutrición de los niños. Hay desnutrición moderada, ligera y grave. La desnutrición grave necesita el ingreso hospitalario del niño. Hay unos baremos o porcentajes que van determinando que niños están desnutridos y en qué grado. Tienen básculas para pesarles y medirles. Las madres que acuden al centro son muy jóvenes. Cerca de un 95% de la población de Ibo es musulmana. A las niñas las casan con 14 o 15 años. Son mamas adolescentes. En el Centro les enseñan a alimentar a sus bebes y a saber detectar malnutriciones. Los niños malnutridos de escala moderada o ligera acuden cada día a alimentarse a la Fundación donde se les prepara una papilla con todos los nutrientes indispensables y esenciales para una buena alimentación.

La Fundación Ibo también tiene una escuela taller que visitamos de la mano de Estrella, la coordinadora. En una clase enseñan informática a chicos y chicas. En el patio, un crío de unos ocho años da el biberón a un bebe mientras espera que su madre acabe su clase.


Tienen una biblioteca con muchos libros. Hay un taller de carpintería con chicos que aprenden a trabajar de la mano de Siso, un español de Girona. La crisis de nuestro país ha hecho que busque nuevos horizontes. Esta contento aunque nunca había estado en África. Dice que maneja bien a los chicos y entiende sus ritmos africanos pero que tiene que estar todo el día vigilante porque en cuanto se despista, o se le duermen, o abandonan el trabajo, o simplemente se van, c'est l'Afrique.


La fundación Balaguer ha estado este mes de junio en la isla y ha operado a 125 personas de cataratas poniendo gafas a todo aquel que las necesitase. Me muestran el armario que la Fundación Balaguer ha dejado lleno de colirios y medicinas para hacer el seguimiento a todos los operados.

Cada minuto tiene su sorpresa y su recompensa en este continente. Me gustan los niños que siempre aunque están desnutridos y tiene hambre sacan su sonrisa y estiran su manita para saludarte. Me acerco a los niños que toman su papilla y se ponen a llorar desconsoladamente. Les asusta mi piel blanca. No están acostumbrados. Les doy miedo.


Estrella nos enseña todos los recursos e instalaciones de la Fundación. También nos comenta que Luis se encuentra mal. Le ha vuelto a atacar la malaria. Hace poco tuvieron que sacarle en avioneta porque no se la detectaron a tiempo y le dio muy fuerte. Los test de malaria dieron negativos e hizo que la enfermedad se diagnosticase tarde. Todavía no se encuentra bien. En la cena de anoche se le veía cansado y convaleciente.

Vamos a disfrutar de la puesta de sol porque a las cinco y media se hace de noche. En esta parte del mundo son increíbles. El cielo se vuelve rojo, rosa fucsia, arde sencillamente. Hay una terraza donde se puede observar de maravilla.



Se ha hecho de noche. Se escuchan tambores, músicas tribales africanas. Al eco del tam-tam nos vamos acercando. Se ha formado espontáneamente un grupo de fusión, posible solo en África. El médico español y su hijo tocan la guitarra española y la negritud aporta el tam-tam y sus danzas. Todo el mundo baila a la luz de una hoguera. Es absolutamente arrebatador, mágico, brutal, maravilloso. No puedo ser más afortunada por ser testigo de un momento tan extraordinario y tan infinitamente bello. En África, todo te sorprende, cada segundo te asombra más que el anterior. Es de noche, sales a dar una vuelta, escuchas tambores y te encuentras un espectáculo como este. Vuelve a ser lÁfrique.

31 de julio (Ibo-Pemba)

Amanece en la isla de Ibo y cada vez me parece más bella. Tiene unas mareas que suben y bajan de forma espectacular. Cuando baja el mar deja al descubierto bosques de árboles, barcos, arena. Después sube la marea desapareciendo bosques y convirtiéndose todo en mar. El mar avanza y se retira kilómetros en cuestión de dos horas. Es sencillamente esplendido. Veo pasar los barcos con sus  Dhow triangulares mientras comienza otro día.





Estrella, la coordinadora de la Fundación nos pide que hagamos de conejitos de indias para un grupo de la escuela taller al que están evaluando tras haber completado su formación como futuros guías turísticos. Vamos con ellos recorriendo la isla, cada alumno nos explica un monumento. Hace un calor que desploma y la situación es bastante cómica. Dejamos a los guías turísticos para tomar un aperitivo en nuestro hotel "Cinco portas" mientras esperamos a Rafa, el arquitecto volver a Pemba. Mañana nos vamos a la Isla de Mozambique, patrimonio de la humanidad.







La islas de Ibo y Matemo han significado una etapa del viaje africano por Mozambique fabulosa. Son bellísimas. Abandonamos Ibo con un sol que parte en dos en una piragua con Rafa, su mujer, varios adheridos como suele pasar en África, entre ellos, un técnico de aire acondicionado que literalmente se nos ha pegado y que vamos a llevar a Pemba.





De vuelta  a Pemba. Las prisas y el cansancio nos han llevado a un hotel infame que no reúne las condiciones mínimas que pedimos para dormir. Es un hotel al más puro hortera estilo africano lleno de mosquitos. Nos quedamos aquí porque mañana hay que levantarse a las cuatro de la mañana para ir a la Isla de Mozambique. La guest house "Umaca Nanhimbe" está más lejos. Esta noche nos han invitado a una cena con varios españoles. Los jefes de Rafa quieren conocernos. Estamos muy cansados pero hay que dejar un tiempo para reunirnos con esta gente tan amable que vamos conociendo en nuestra ruta. Dicen que vamos a ver la película Torrente. No me lo puedo creer.

1 de agosto (Pemba-Illa de Mozambique)

Estoy sentada al borde del oceáno siendo testigo de uno de los crepúsculos más bellos de este viaje. Esperar a ver esconderse el sol es todo un ritual.

La isla de Mozambique es una maravilla. Acabamos de llegar, estamos extenuados El viaje ha sido agotador, de los más duros que he hecho. En Mozambique no funciona el transporte público y los viajes en chapa se convierten en un suplicio. Hemos cambiado de vehículo cinco o seis veces. En Pemba no hay estación de chapas. Se cogen en un punto según pasan. No ha habido suerte. No vamos junto al conductor sino hacinados con todo tipo de personas, niños, comida, sacos, fardos, animales, etc. Mi maleta roja descansaba apoyada durante el viaje bien cerca y a mi vista.


En este viaje tan agotador, las chapas han parando en cada pueblo, en cada barrio, cada kilómetro donde vendedores de todo tipo se aproximan a vender mercancías a los viajeros, gallinas vivas cogidas por el pescuezo, huevos, frutas, verduras, todo tipo de aves, bollos, panes, naranjas, anacardos, mandioca,  bebidas que arriman a mi ventanilla. He comprado pan por desayunar algo y templar mi estómago.


El viaje ha sido demoledor pero las tierras y los pueblos de Mozambique son hermosos. El paisaje es espectacular. Estamos muy cerca de la frontera de Tanzania, cientos de acacias, mucho verde, fantásticos ríos africanos. Las mujeres y los niños se bañan en el río, lavan la ropa y todo tipo de objetos, en aguas de color marrón oscuro. En África todo se limpia en el río. El espectáculo es soberbio.

Ya estamos en la Isla de Mozambique. Hay un largo puente que une continente e isla. Vamos a cruzarlo a pie arrastrando nuestra maleta roja cuando alguien nos dice que son tres kilómetros de puente. Hace un sol que tumba. Asqueados de tanta chapa, cogemos la última del día para cruzarlo.


La isla es preciosa. Se divide en dos poblaciones. Sus habitantes viven de la explotación de los recursos naturales procedentes del mar. Tiene una atmósfera singular, sus edificios desvencijados, destartalados, coloniales, medio en ruinas pero conservando la grandiosidad olvidada de la época colonial. Un infinito sabor decadente lo rodea todo. La isla está superpoblada. Sus habitantes usan la playa como baño público. Hay carteles que informan que la playa no es un water. En esta isla, patrimonio de la humanidad desde 1991 aunque no se nota, viven unas diez mil personas sumidas en una atmósfera de decadencia, deterioro,  pobreza y miseria.





Vamos a coger un hotel que nos ha recomendado Rafa. La Casa das Ondas.


Es una casita blanca frente al mar con las islas de Goa y Sena enfrente. Nos han dado una bonita habitación con mosquitera. Vamos a quitarnos el agotamiento y polvo del viaje. Me lleno de tierra roja cada vez que me meto en una chapa. Todos los días acabo de barro hasta las orejas.


La tarde nos deja un atardecer magnífico. Un hermoso paseo por las callejas de este lugar espectacular


En la isla hace un viento espantoso que te lleva. No se como se puede vivir con esta ventisca. La isla es bellísima. Aunque estamos muy cansados. El viaje ha resultado ser una prueba africana, de las duras, pero somos capaces de saborear y dejarnos llevar por el ambiente y la atmósfera que tiene este lugar. Hemos encontrado "El Escondidinho" que nos ofrece una maravillosa cena de camaroes del mar. Empieza a caer una tormenta de agua africana, brutal, violenta, feroz, parece que se va a hundir la terraza en la que cenamos. Mañana aprovecharemos para conocer mejor la isla.


2 agosto (Illa de Mozambique)

La Casa das Ondas es muy bonita. Tiene solo tres habitaciones. Vamos a coger un guía local. Se llama Edy. Es un profesional. Vamos a recorrer la isla con todo su esplendor colonial muy relacionado con la compraventa y tráfico de esclavos. Los capturaban en el continente, los dejaban en la isla, a la espera de los barcos que los distribuían a América, Brasil, etc. Recorremos las fortalezas portuguesas de la época colonial que tan bien describe Mankel en su libro "El ángel impuro". La isla es bellísima, indescriptible. Esta tarde vamos a recorrer el barrio de los pescadores. La isla es musulmana en un 80%. La gente es amable y acogedora. Es una delicia perderse por sus calles a la caída de la tarde con el mar fiero, feroz, embravecido e impetuoso rompiendo violento en el paseo.





Edy
Los niños, radiantes, sonríen en la puerta de sus casas. Las mujeres se peinan unas a otras dejando pasar y caer la tarde. En África, la gente se sienta a la entrada de su casa a ver pasar el día.


La tarde se apaga, cada día es distinto y mejor que el anterior. Esto es una maravilla. Vamos a acostarnos que mañana hay que madrugar.


No es fácil salir de la isla, Hay que atravesar el puente. Hemos contratado la salida a las cuatro de la madrugada. Nos vendrán a buscar para cruzarlo y coger una chapa. Es un esfuerzo sobrehumano pero el transporte público sale a estas horas en este país. La cocinera de la Casa das Ondas nos ha prometido que nos dejaría agua caliente para tomar café y pan. Por lo menos desayunaremos algo.

Hemos conocido a dos parejas de españoles esta tarde en la isla que recorren el país en chapa. Son de Madrid y vienen desde Maputo hacia el norte, a la inversa que nosotros. Dicen que están exhaustos, extenuados, agotados, consumidos, y muy fatigados. Ha sido muy duro llegar hasta aquí. Nos aconsejan coger un avión. Entre los viajeros por el camino, se intercambian experiencias, sugerencias, advertencias, consejos, información. Todo viene bien. Es el mejor testimonio para nosotros que vamos diseñando la ruta cada día.

Nos dicen que el archipiélago de Bazaruto es increíble. Nosotros tenemos previsto ir al lago Malawi pero con lo que nos cuentan, tenemos que reflexionar. Para ellos, el viaje en chapa ha sido un infierno. Tres días de interminable ruta. Han compartido parte del camino con un féretro y la familia del muerto que también se trasladaba en su chapa para ir a su poblado a enterrarle. Esto es África y esta africanada sólo es posible aquí. Ya había escuchado historias de viajeros que habían hecho su recorrido con un cadáver pero estos chicos lo cuentan de primera mano. Describen la carretera tan peligrosa con conductores suicidas que ellos estaban más preocupados de que no se durmiese su conductor que del  muerto que llevaban al lado, es la pura supervivencia.

3 de agosto (Illa de Mozambique)

Así es l'Afrique, lo que ayer estaba cerrado hoy ya es humo. Son las cuatro de la madrugada, noche cerrada y estamos esperando que venga a recogernos el taxi que concertamos ayer tarde. La cocinera tampoco ha dejado ni cafe, ni agua caliente ni pan. Son las cuatro y media y el conductor no llega. En este continente nada es lo que parece.

Sabemos que hay un mozambiqueño durmiendo en la Casa das Ondas con su mujer. Le vimos ayer tarde porque ocupa una habitación enfrente a la nuestra. Alguien dijo que se va hoy también de la Illa. Es nuestra penúltima oportunidad para salir de aquí. Le asaltamos en cuanto sale de su cuarto. Es  un encanto. Se llama Agostiño, trabaja en Cáritas. Nos va acercar en su pickup a 50 kilómetros de Nampula. De ahí, queremos llegar a Gurue, si es posible, hoy mismo. Dicen que Nampula es muy peligrosa. Los españoles que conocimos ayer, salieron por pies. Los ladronzuelos trabajan en grupos organizados, te rodean, intimidan y en un segundo, te despluman. Agostiño también nos avisa. Antes de dejarnos acuerda con otra pickup nuestra llegada a Nampula. Nuestro nuevo salvador es un indiano. En Mozambique hay muchos indianos que se dedican al comercio. Nos acerca a Nampula en su coche. Esto es vida, trasladarse en cochazos y no en chapas que acaban contigo. También nos advierte del peligro de Nampula. Nos deja donde pasan las chapas para Gurue. No hay nada que vaya directo. Tenemos que coger una chapa hasta el Alto Molucué.

Llegamos cuatro horas más tarde en unos asientos más o menos aceptables. Únicamente hemos tomado en todo el día, una  tortilla en la barraca de un somalí de la Somalia británica. El lugar es un barracón muy cutre. No tiene ni café. En la televisión, Al jazeera. Al pagar, nos equivocamos y en vez de dar un billete de 100, dimos uno de 1000 que al cambio son 25 euros. Ni idea del error cometido.  Abandonamos el barracón. El somali viene a buscarnos devolviéndonos el dinero que le habiamos dado de más. Un impecable somali que me hace pensar en los absurdos prejuicios que tenemos en Europa sobre esta gente. Somalia nos recuerda a piratas y saqueadores. Sin embargo, la mayor parte de los somalies son de una honestidad intachable de la que muchos de nosotros deberíamos aprender.

El río Molocue divide a la ciudad en dos. La localidad es sucia y polvorienta. En este lugar va a comenzar la africanada del día, la más surrealista de nuestro viaje. Es la una del mediodía. Llevamos dos o tres horas esperando sin haber comido absolutamente nada. No aparece ninguna supuesta chapa con destino a Gurue. En este pueblo dicen que de vez en cuando pasa una. La situación se complica. La tarde es echa pronto encima porque en este país anochece pronto y de noche no se debe viajar.

Hacemos dedo por si algún coche va a Gurue pero nadie va a Gurue. Escuchamos que el camino es de  tierra y muy malo. Nadie nos dice exactamente a cuantos km se encuentra. Empiezo a pensar que Gurue no existe salvo en mi cabeza. La situación se enreda porque estamos muertos de agotamiento. Llevamos en pie desde las cuatro de la mañana sin haber comido más que unos cacahuetes, una tortilla y alguna banana.

La situación es complicada. Acordamos alquilar una chapa para nosotros solos que nos lleve a Gurue. Nos cuesta encontrar a alguien que se preste. Nos cobra unos 80 euros. Cual no será nuestra sorpresa cuando vemos que la chapa que hemos alquilado, se llena de negritud. Puedo contar hasta 18 negritos entre hombres y mujeres, madres, ancianos, niños. Todos se ponen a cargar nuestra chapa perdiendo un tiempo precioso. La cargan hasta arriba de fardos, sacos, todo tipo de utensilios, animales, cajas de bebidas. Empezamos a perder los nervios y a dar gritos. Se echa la tarde encima. Es muy peligroso recorrer caminos de noche en toda África por múltiples razones. Lo más normal es que pinches una rueda y tengas que quedarte a dormir en la selva. Además, suele haber ladrones y saqueadores de caminos.

Es mejor no meterte en pistas cuando la luz se va. Esta gente está ralentizando nuestra salida. Empezamos a gritar vociferando como energúmenos pero como siempre en África, da igual. Hemos pagado una chapa para nosotros a un precio elevado para lo que es África y se viene medio pueblo. Por fin, salimos, el paísaje es bellísimo. La tierra es tan roja que impresiona, cabañas de barro, arcilla, adobe diseminadas por todas partes. El camino a Gurue esta lleno de gente llevando troncos de madera, transportando leña para la lumbre, niños jugando a ambos lados de la calzada, gente en bicicleta, mujeres que nos ven pasar desde la puerta de sus chozas.

La tarde cae y el paísaje no puede ser más hermoso. Estoy aterrada. La carretera es de tierra y los baches me tienen la espalda hecha polvo de tanto bote. Tengo miedo porque se está haciendo de noche. Vamos con la chapa literalmente llena de gente. Echo la vista hacia atrás porque me he colocado delante, junto al conductor, en muy buen sitio y observo detrás unos rostros oscurisimos escrutándome en silencio entre la exigua luz que deja la tarde.

Cada poco tiempo, la chapa se detiene para descargar a los viajeros que por la gorra, nos acompañan y mi enfado se va multiplicando porque significa perder un tiempo precioso. Hay que bajar los fardos que van atados con cuerdas. Estoy dando gritos como una fiera pero en este continente da igual. Al final, van a hacer lo que les da la gana ante tu desesperación de blanco.

Ya es noche cerrada. Mi preocupación por un pinchazo o una averia hacen que lleve en corazón en vilo. No llegamos nunca. En el interior del coche, hay quién dice que quedan cien kilometros, otros que ciento setenta. El "driver" no tiene ni puta idea, por increíble que parezca nunca ha hecho este trayecto. Va preguntando a los contados individuos que quedan por el camino. Cada uno contesta lo que le parece: uno dice que para Gurue quedan cien km, ochenta dice otro, ciento cincuenta contesta el siguiente. Mi desesperación comienza a alcanzar límites peligrosos. Estoy a punto de darles un colleja al conductor por memo y a todos los que vienen detrás por gorrones.

La pista de tierra solo la iluminan los faros de nuestra chapa. Hay algunos animales que cruzan deslumbrados. El paisaje en la noche es pavoroso, espeluznante. Hay hogueras por todas partes. Las chozas de paja y adobe no tienen luz electrica. La gente vive a la luz y calor del fuego como en el Neolítico. La vida en África se hace fuera de la casa. Nunca he visto este espectáculo porque jamás he viajado de noche por caminos de tierra en una chapa alquilada por salir de un apuro. El paisaje es terrorífico. Tengo un miedo que me muero. Si tenemos una avería, caemos en mitad de la nada rodeados de hogueras.

Cada hoyo o socavón del camino hace que aumente mi terror. Llevamos tres o cuatro horas viajando y Gurue no aparece por ninguna parte. Nuestros compañeros gorrones de chapa se han ido bajando durante la travesía. Quedamos cinco personas y el conductor.

Cientos de hogueras en la noche dispersas en las montañas que nos rodean. No nos hemos cruzado con ningún coche desde que salimos de ruta. Lo que acrecienta mi pavor. Si tenemos cualquier percance, no hay ayuda posible.

Recuerdo la historia que me contó Etna, la mujer mozambiqueña de Rafa, el arquitecto que conocimos en Pemba. Tuvo un accidente en la carretera. Su coche volcó después de varias vueltas de campana. Cuando pudo reaccionar,  pudo observar con horror como se acercaban a su coche cientos de personas que salían por todas partes como conejos con la única intención de robar, desvalijar cualquier cosa de valor, y luego llamar a una ambulancia y auxiliar a los heridos. Pienso en esto y me echo a temblar.

Tras un viaje angustioso que nunca acaba, por fin, vemos luces, se escucha una voz por detrás que dice, ¡Gurue! ¡Gurue!

Hemos llegado más muertos que vivos. Estamos exhaustos, Nos metemos en la primera pensión que vemos, la pensión Gurue, parece que es la mejor de la ciudad aunque tiene una pinta infame, sin embargo, su restaurante está hasta arriba. No tenemos fuerzas para buscar nada más. Por casualidad conocemos a Paulo, un chico de Oporto que vive aquí. Es un encanto. Vamos a dormir porque hoy hemos hecho una de las etapas más duras de todos los periplos africanos. Hemos sobrevivido. Hoy me he jurado a mi misma no volver a coger una chapa en mi vida.

4 de agosto (Gurue)

Gurue es una de las ciudades más hermosas que he conocido. Ha sido muy duro llegar aquí, quizás demasiado duro. Ahora me encuentro en la misión del Padre Hilario que es italiano. Fundó su misión hace muchos años. Estos días, se encuentra cuidando a su madre anciana en Italia. Estoy sentada en una silla observando el maravilloso y exuberante jardín rebosante de vegetación, palmeras, flores de todos los colores, plantas de enormes dimensiones, mariposas, libélulas de colores y sobre todo, tierra roja que me recuerda a los caminos de Bohicon en la República de Benin. El lugar es magnífico. Nos rodean enormes montañas llenas plantaciones de te. El contraste entre la vegetación verde con la tierra roja es absolutamente fantástico.


La misión del padre Hilario admite huespedes y es encantadora. Tiene un ambiente familiar y acogedor. Siento fascinación por las misiones católicas africanas desde mi infancia.


El cuarto que tenemos es muy básico. Tiene una cama, un crucifijo, una mesa, un baño muy sencillo. Las ventanas tienen protección para los mosquitos. La cama no tiene mosquitera pero todo esta limpio e impecable como suele pasar en los sitios donde hay monjas y misioneros.
Vamos a ver plantaciones de te. Las mujeres recorren las plantaciones con grandes canastos a la espalda. Me gustaría poder ver alguna fábrica de la época colonial.


En Gurué, el transporte es en motos, no hay taxis. En esta maravillosa ciudad vive un obispo católico español que se llama Francisco Ledesma. Nos acercamos a su casa, para conocerle pero nos informa su secretario que se encuentra viajando por las comunidades. Hablamos con él por teléfono.

En dos motos recorremos las plantaciones de te. El paisaje es fabuloso. Tiene una belleza singular. Intentamos entrar en alguna fábrica de te. A la entrada nos recibe "el tonto" de turno que nos pide acreditación, pura burocrácia africana. Es una pena porque hubiera sido muy interesante ver una fabrica de la época colonial todavía funcionando.





Coincidimos con una pareja de Girona, trotamundos como nosotros en el bar de la pensión Gurué que es como la taberna de la plaza de un pueblo donde todo el mundo para y cuenta lo que ha hecho en el día. Ellos vienen desde Maputo haciendo el viaje al revés que nosotros. Dicen estar agotados de las chapas, han viajado sentados horas y horas en bidones. Este país es complicadisimo para desplazarse en chapa. Hoy salen para Illa de Mozambique. Se ponen en carretera a las dos y media de la madrugada.

Gurue es una ciudad preciosa. No es grande pero está muy poblada. El paisaje es soberbio. El rio Likongo pasa por la ciudad. No es un rio muy caudaloso. La mujeres aprovechan el río para lavar la ropa. Los niños se bañan y juegan. Todos bajan al rio para su aseo personal que se va llenando a la caída de la tarde. Gurué es muy bullicioso, en todos lados hay gente que va de un lado a otro. Grupos de chicos y chicas uniformados salen de las escuelas de secundaria. Madres con sus niños, vendedoras que vuelven tras la jornada a casa, algunos hombres ociosos mirando a la nada, etc.



También se percibe mucha pobreza, miseria y penuria. Hay muchas madres adolescentes de unos 14 años o quizás menos con crios a las espaldas. La mayoría de la población es musulmana lo que supone que cada hombre tiene tres o cuatro mujeres. Esto explica que haya niños por todas partes, la mayoría harapientos y desnutridos.






Nos ha costado mucho llegar a Gurue pero es una verdadera recompensa para el viajero que llega extenuado. Esta ciudad no puede ser más bella.

Los blancos se reunen siempre en el bar restaurante de la Pensión Gurue que regenta un austriaco. Todos paran por allí, cooperantes, ong, viajeros, etc. Paulo, el chico de Oporto ocupa la habitación contigua a la nuestra en la misión del padre Hilario. Por el bar de la Pensión se deja caer también cada día, Mario, un portugues que lleva 30 años en esta ciudad y que se ha hecho musulman. Paulo dice que Mario tiene mujer en Portugal e hijos pero que ya ha tomado la tercera mujer mozambiqueña como esposa. A la segunda la repudió porque tuvo un hijo preto (negro) y no mulato.

La poligamia esta muy extendida en Mozambique como en tantos lugares de África. Es una de las razones y origen de la mala atención a los niños. Un padre no puede ocuparse de todos los hijos que tiene con tres o cuatro mujeres.

La tarde para pasear los barrios de esta maravillosa ciudad, perderse por sus callejas, observando y charlando con la gente. Tras la cena, nos sentamos a la puerta de uno de los barracones de la misión del Padre Hilario para disfrutar de una botella de vino que teniamos guardada, respirando la noche, dentro del recinto de la misión, un momento lleno de paz, saboreando este momento único en un sitio exclusivo y singular.

5 de agosto (Gurue)

Hemos desayunado en la misión del padre Hilario. Hace un día precioso y nos acompañan varías personas en el pequeño almorço. La mesa es larga para que todo el mundo quepa. Cecilia es el alma de la misión, gestiona la limpieza, organización y logística. Durante las primeras horas del día, se respira mucho trasiego. Hay mucha gente. La misión tiene talleres donde se aprende un oficio, hay alumnos, profesores por todas partes, varias mujeres entran a vender sus productos, algún viajero despistado como nosotros. La misión del padre Hilario es una pequeña ciudad, un lugar único. Soy muy afortunada de poder estar en un lugar tan irrepetible.




Vamos a acercarnos a la Casa dos Novos. Esta situada en medio de un bosque de eucaliptos, en lo alto de las plantaciones de te. Nos lleva Faruk, un chico que hemos conocido. Tiene unos 20 años y dice que es cantante y que va a hacer un videoclip.

La ascensión a la Casa dos Novos dura dos horas y media entre plantaciones de te. Es fantástico. Según ascendemos por la montaña, nos cruzamos con la gente que trabaja el te. El camino es duro porque hace mucho calor. Son las diez de la mañana y ya aprieta el sol. El paisaje es extraordinario.




Tengo miedo porque en la guerra civil que azotó Mozambique durante quince años, Gurue se convirtió en uno de los más sangrientos campos de batalla. La zona pasó a ser de alto riesgo para la población civil porque fue sembrada de minas anti persona. Faruk nos cuenta que hasta hace poco habia pelotones de gente  desminando el terreno. Ahora se cree que la zona está limpia porque hace tiempo que no hay una desgracia. Cada vez que doy un paso pienso que voy a saltar por los aires. Faruk dice que durante la guerra, la gente huía montaña arriba como conejos para esconderse de la Renano. Seguimos subiendo y el ascenso va pesando. Tiene la tremenda recompensa de un paisaje inigualable.


Faruk es encantador. Le pregunto cuantos hermanos tiene. Nos dice que su madre es mozambiqueña y que su padre era egipcio, mercader y muerto de diabetes. Su madre tuvo cuatro hijos con su padre, sin embargo, éste tuvo más mujeres y más hijos. Insisto, preguntándole, me contesta que le resulta imposible  saber cuantos hermanos tiene, calcula que unos cuarenta porque su padre donde paraba, dejaba un hijo, La conversación le incomoda y cambio de tema.

Faruk


Esta es el África, promiscua y generosa en crianças. Si un hombre tiene cerca de 40 hijos como es posible cuidarlos y encargarse responsablemente de ellos?



La Casa de los Novos esta derruida pero la caminata ha merecido la pena.

En la pensión Gurue hacemos la parada para charlar con la gente que se deja caer por allí. Vamos a dar un paseo con Paulo. Es ingeniero, hijo de bodegueros de Oporto de la zona del Dao portugues. Es encantador, afable, cordial, listo y de conversación interesante. Nos muestra los alrededores  de Gurue.

Perseguimos en su pickup al sol de un atardecer bellisimo, Los atardeceres más bellos duran escasos segundos. En su coche vamos siguiendo al sol por carretera por delante evitando que se esconda.


Paulo se va parando a hablar con los agricultores que están haciendo fogatas para que las capibaras salgan de sus madrigueras. Son enormes roedores del tamaño de un pequeño cerdo, consideradas un manjar en muchos lugares de este continente. Los fuegos intencionados están por todas partes. Una de las razones es renovar el campo pero la principal es que las capibaras salgan de su escondrijo.

Paulo dice que la gente tiene hambre y que come ratas. Hay muchas ratas por estos parajes, se ven al cruzar de noche la carretera. La gente se come las ratas como parte del menú del día. Las devoran a la plancha, abiertas en canal con pelos y piel. Nosotros habíamos visto en las canteras de Abeakuta (Nigeria) como los niños trabajadores tenían de menú del día ratas abiertas en canal a la plancha.

A la vuelta vamos al mercado a buscar algún puesto de capibaras muertas. Se venden como cualquier otra carne.

Cenamos en la pensión Gurue con Paulo e intercambiamos correos y teléfonos para cuando vayamos a Oporto. Ya tenemos gestionada la salida para mañana. Nos vamos hacia Quirimane.

6 de agosto (Caía, Río Zambeze)

Que suerte hemos tenido. Hay salida fácil para Caia, un pequeño pueblo donde el río Zambeze pasa majestuoso. La chapa salía a las cuatro de la madrugada. Sin embargo, anoche se nos ocurrió ponernos en un cruce de dos carreteras donde pasan los coches que van a Quirimane, en la ruta de Caía. Preguntando en una gasolinera del cruce, una trabajadora muy espabilada, al reposar un 4*4 nos hizo el apaño a Quirimane. Es una americana que se hospeda en nuestra misión, nos va a acercar a Caia, así, sin más. Que felicidad ir en un coche bueno, sin el suplicio del madrugón en ayunas, como reyes, en cinco o seis horitas, En chapa hubieran sido diez como mínimo y con mucha suerte.

Nos recoge a las seis de la mañana en la mision. Se llama Tracy. Es una ingeniera agrónoma de Texas, casada con un miembro del cuerpo diplomático de la embajada americana. Vive en Maputo. Lleva en Mozambique unos cuantos años. El viaje está resultando fantástico, muy cómodo. Llegamos a Caia a las doce de la mañana.

Es cierto que resulta arriesgado ponerte a las cuatro de la madrugada, de noche cerrada, a parar cualquier coche que vaya para Quirimane pero en este país, viajar en chapa es tan agotador y desesperante que nos subimos a lo que haga falta con tal de evitar el martirio.

Tracy nos ha traído a un pequeño resort que ella conocía en Caía frente al río Zambeze. Es un lugar fantástico. El río Zambeze es espectacular. Es el río más importante del país y el tercero más largo de África. Atraviesa siete países y en Mozambique recorre 820 kilómetros antes de desembocar en el océano Índico.

El resort se llama Cua'cua Lodge. Tenemos una pequeña cabaña en un alto desde la que se puede observar una pequeña parte del río. El Zambeze es inmenso y se abre en varios brazos. Unos búfalos se acercan a la orilla a beber. En otra parte de la orilla hay rebaños de vacas pastando en la ribera del gran río. La cabaña tiene una pequeña terraza desde donde podemos ver pasar la tarde.




En el restaurante del resort hemos encargado la cena. Voy a tomar, tal cual dice la carta "espeto de cocodrilo". Ya había probado cocodrilo en Gabon, en Cape Town, celebrando el cumpleaños de mi amiga Engracia y en algún otro lugar. Su sabor me había gustado. Me parece una mezcla entre pollo con textura de bacalao o pescado. Ahora le voy a dar otra oportunidad. Pregunto si hay cocodrilos en esta  parte del río y me dicen que está repleto.


Los taxis son motos o bicis en Caía. Cruzamos en dos motos el río Zambeze. Nuestro resort esta lejos de la ciudad a cinco o seis kilómetros. El Zambeze es enorme, tardamos unos diez minutos en atravesar el puente. Me he quedado muda. Siempre he sentido fascinación por los ríos africanos.

Conozco el río Congo que separa Kinshasa de Brazaville. Conozco el río Niger que discurre por varios países y atraviesa Nigeria. También he visto el río Senegal, el río Casamance y muchos ríos menos conocidos pero muy hermosos. Todos son bellisimos. Sin duda, el río Congo es el grande de los grandes, bárbaro, fiero, atroz, salvaje, brutal e infinito.  El Zambeze es un río que me deja sin respiración.


Voy a acercarme a la farmacia a por una pomada antibiótica. Tengo una rozadura en el pie y en este continente no hay que andarse con tonterias, lo mejor es no tener heridas. La farmacia está cerrada. Nos dicen que abren a las cuatro. A las cinco todavía estamos esperando. Esto es África.

Venimos dando un paseo desde la ciudad hacia el Zambeze para lograr ver un atardecer mágico sobre el puente del río. No hemos llegado a tiempo. El puente es tan larguísimo y el atardecer tan mágico pero tan corto que solo hemos llegado a poder verlo en uno de sus brazos.


Volvemos al resort andando con paso rápido porque la noche cae de repente. No pasa ninguna moto taxi para acercarnos y es arriesgado ir caminando de noche. Llegamos casi con noche cerrada sin linterna. El resort está lejos, tengo miedo a toparme con un búfalo. Los hemos visto y escuchado esta tarde merodeando el resort.


La cabaña es una preciosidad perfecta para apurar unas copas de vino escuchando la noche. Uno de los mayores placeres de África es "escuchar la noche", llena de sonidos inexplicables, desconocidos, indescifrables, misteriosos, únicos, mágicos, enigmáticos y ocultos. Mañana vamos a Beira, la tercera ciudad del país, todavía no sabemos como ir.

En Beira durante el último mes hubo ocho linchamientos y queremos husmear y meter las narices para ver que se cuece por allí. Ajustician a los rateros. Es una práctica extendida en África. La,   justicia popular, tomarse la justicia por tu mano, ejecutar al ladrón, sin embargo, en Beira alcanza unos niveles muy peligrosos.

Al ladrón el introducen en varias ruedas de camión y le prenden fuego rociándole con gasolina para que arda como una tea. La policia mira para otro lado. Vamos a ver que nos cuentan en Beira.

Hemos contratado dos motos para que vengan a buscarnos a las cuatro de la madrugada a nuestro resort. Todavía no sabemos como ir a Beira. En chapa es inhumano, tenemos la idea de parar un coche haciendo dedo. Me da miedo detener un coche de madrugada y subirme a un vehículo con desconocidos. Siempre nos ha salido bien pero hasta que un día te subas al coche equivocado.

Veremos si las dos motos vienen a buscarnos, me apuesto lo que sea a que no se presentan.

7 de agosto (Caía-Beira)

Por increíble que parezca, los dos chicos vienen a buscarnos a las cuatro de la mañana. No nos han dejado colgados. Nos vamos a Beira, en dos motos con nuestra maleta roja. Atravesamos de nuevo, el inmenso rio Zambeze. Es de noche cerrada, no veo nada pero siento la inmensidad de sus aguas. Tengo miedo porque mi moto se balancea, la veo inestable y me da pánico caerme.

Utilizar motos para desplazarse es algo muy extendido en este continente. En dos ocasiones casi nos cuesta la vida o quizás algo peor. Nos juramos varias veces no volver a coger ninguna moto más para desplazarnos.

El primer incidente fue en Mina, una ciudad del norte de Nigeria. Ibamos en dos motos, Xaquín en la primera con su conductor y yo en otra detrás. De repente al subir un terraplén, volcó hacia atrás, cayendo motocicleta y conductor encima de él. Fue un momento de mucha angustia. Volvimos a coger mil motos. En Zaria norte de Nigeria, unos años después, cogimos otra moto de noche y sin luces como suelen hacerse las cosas en Nigeria. Al cruzarnos con un coche derrapamos sin llegar a caernos. Pienso en la suerte que he tenido y en los momentos peligrosos que hemos ido sorteando por este continente.

una chapa
Al final, vamos a coger una chapa y a probar suerte de nuevo. Hay quien dice que a Beira son de seis a ocho horas de viaje agobiante pero coger un coche desconocido en mitad de la noche es jugar a la ruleta rusa. Nos juran y perjuran que vamos directos a Beira, sin parar y que no vamos a cambiar de chapa como pelotas de ping pong. La idea nos tranquiliza. Cogemos y pagamos tres asientos para ir más cómodos. Pronto comienza la discusión. Esto es África y quieren meter a una persona en el asiento de más que hemos pagado. La discusión sigue. La chapa no se pone en marcha. Prosigue el debate cada vez más bravo. Por el momento estamos callados pero seguimos sin salir. Sabemos de antemano que es una guerra perdida y que a pesar de pagar tres plazas, van a meter a toda la gente que puedan. Nos damos por vencidos y comienzan a ocupar nuestra plaza. C est l'Afrique.

Comienza el viaje a Beira. Tras cinco o seis horas de viaje, la chapa se para en un pueblucho y nos comunican que hasta aquí hemos llegado. Hay que cambiar de chapa. El viaje ha acabado. Perdemos el dinero que hemos pagado hasta Beira. La gente dejada en la estacada protesta cada vez más fuerte. Acaba viniendo la policia, esposando al conductor de la chapa. Se inicia un debate muy acalorado con el conductor esposado, discusión kafkiana. Conseguimos que nos devuelvan parte del dinero a todos los viajeros.

Nos han dejado colgados a doscientos kilómetros de Beira. Nos situamos en un cruce haciendo dedo. Para un 4*4 cuando ve a dos blanquitos arrastrando una vieja maleta roja. Es un portugues que dice que nos vio hace unos días en el aeropuerto de Maputo. Que casualidad.  Nos subimos a su coche. Es un empresario portugués. Lleva toda la vida en Mozambique. Es ingeniero agrónomo. Nos dice que vive aquí desde hace dieciséis años y que su familia sigue en Lisboa. Debe ser un empresario muy potente porque mientras nos acercamos a Beira, nos va enseñando vacas, madera, cultivos de todo tipo, almacenes, etc que son de él.

Tiene una conversación muy amena, hablamos de la situación del país. Como él no va hasta Beira, nos deja en manos de su lugarteniente o chofer para que nos acerque a nuestro destino. El hotel que hemos elegido no nos gusta. Por el camino vemos una guest house al borde del mar. Nos quedamos aquí. Vamos a conocer esta ciudad que es la tercera del país. Se encuentra en el Índico. Es una ciudad bonita, llena de casas coloniales portuguesas viejas, desvencijadas pero que dan a la ciudad un aire muy decadente

Leo en un periódico local que han desaparecido cinco albinos en el norte del país, en la provincia de Nampula, en los últimos cuatro meses. El episodio fue abortado por la polícia en Nampula donde siete malechores entre congoleños y mozambiqueños trataban de negociar la venta de un albino raptado en la provincia de Niassa. Cuando la polícia le liberó ya le habían cortado el cabello, Iba a ser vendido por 1.000.000 de meticais. Los secuestradores dicen que sólo iban a vender su cabello por un millón pero otras fuentes dicen que un empresario local había comprado su cuerpo porque con sus órganos hacen fetichismo y amuletos. Se considera que las partes del cuerpo de un albino sin melanina dan suerte y las personas que las llevan se vuelven ricas.

Recuerdo la historia que nos contaron Rafa y Etna sobre un potente empresario de chapas de la región de Pemba que se enriqueció rápidamente con el negocio de las chapas y que sus vecinos empezaron a rumorear o a extender que debía su buena suerte a que un hechicero le había aconsejado o sugerido acostarse con su madre para tener éxito en los negocios.

Descubrimos un lugar muy especial para cenar que nos ha recomendado un periodista mozambiqueño que acabamos de conocer. Trabaja en el Diario de Mozambique. El restaurante se encuentra frente al mar y tiene mucho sabor. El día acaba saboreando un pescado y apurando un buena botella de vino sudafricano.

8 de agosto (Beira)

Xaquín quiere recorrer los peores barrios de esta  ciudad. Hay linchamientos de personas y quiere rastrear y conocer sobre el terreno que es lo que está pasando. En la guest house, el chico de la recepción es de Manga, uno de los barrios implicados en linchamientos de personas. Son asaltantes que roban con catanas las casas y la población esta harta de lo poco que actúan las fuerzas de seguridad. Los ladrones entran y salen de la cárcel por la misma puerta en el día. Así que han decidido tomarse la justicia por su mano. Llevan casi una decena de ajusticiamientos documentados en dos meses pero se habla de muchos mas. Le acompañamos a su casa en el barrio de Manga.

Es un chico raro, desconfiado. Nos hace muchas preguntas que discretamente evadimos. Este país es muy complicado.

Nos acompaña paseando por su barrio. Vamos a su casa. Es pobre aunque no es de paja y adobe. Esta a medio construir. Es una chabola miserable pero de cemento. A la puerta sentado su hermano. Se parece a él. Tiene cierto aire hindú. Tendrá unos diecinueve o veinte años. Nos presenta a su esposa que se está haciendo trenzas con la vecina en la puerta de casa viendo pasar la mañana, viendo pasar la vida. Recorremos el barrio viendo la pobreza y miseria extrema. De este barrio, salen los delincuentes que luego son linchados en esta ciudad tan peculiar.




En el barrio hay un cine singular. Es una pequeña choza con la programación colgada a la puerta. En el interior los que han pagado ven la película y fuera, un montón de mirones por si pillan algo.



El barrio no está asfaltado. Las aguas están contaminadas. Huele a agua estancada por todos lados. El barrio es muy pobre y miserable pero la gente es amable. Cuando entro en algún suburbio de miseria extrema, siento pudor y miedo. Pronto mi recelo se va evaporando. Los niños siempre me piden fotos.




Ahora vamos a acercarnos a un suburbio mucho peor que es Munhafa. En este otro barrio, nuestro acompañante está muy tenso. Le pregunto si hay algún peligro, escurridizo no dice ni que si ni que no. Atravesamos el barrio con rapidez. Es muy pobre, extremadamente misero. Ni Soweto ni Alexandra, los suburbios de Johanesburgo eran tan pobres. Este lugar es paupérrimo.







En esta ciudad nos trasladamos en unos mototaxis que se llaman choperas. La tarde la dedicamos a cambiar impresiones con Alberto, periodista del Diario de Mozambique en la redacción de su periódico. Es joven, encantador, dulce, amable, se muestra contento y satisfecho de encontrarse con un colega español. Intercambian contactos. El día ha pasado. Esta ciudad es bellísima además, cada hora del día no ha podido ser más interesante.






Cenamos en 2*1, un restaurante fantástico que nos ha recomendado Alberto, un bacalao portugués magnífico. Mañana tenemos un día muy intenso. Lo primero que queremos hacer es ir a misa en uno de estos suburbios para que el sacerdote nos cuente su opinión sobre los linchamientos de personas.


9 de agosto (Beira)

El día amanece radiante con mucho sol y cielo azul. Anoche hubo una boda en la guest house que tiene un coqueto restaurante en la parte de arriba. Nos dejamos caer por el bodorrio, y como siempre en África fue fantástico. Nadie se extraña de verte. Les parece una deferencia que compartas tu tiempo con ellos. En las bodas africanas, la gente se viste con la misma tela como en las comparsas de carnaval. Los invitados compran metros y metros de tejido y todos van uniformados. Las telas distinguen a los invitados del novio y la novia.

La boda se ha prolongado hasta las cinco de la mañana. Tenemos tanto sueño y acabamos tan agotados del día que me dormiría en la pista de baile. Me hubiera quedado más tiempo disfrutando de sus danzas tribales. Las llevan tan dentro que surgen en cualquier evento, bodas, misas, fiestas, funerales, etc.

En Nigeria, los invitados también se visten con las mismas telas pero lo más curioso es que los matrimonios que asisten de invitados van exactamente igual vestidos, como si fueran hermanitos. Las diferentes telas hacen que vayas distinguiendo distintas parejas.

Me asomo a la ventana del hotel y en la playa advierto que hay varias personas bautizándose como si estuvieran en el río Jordan. Pertenecen a una de las cientos de sectas de todo tipo y religión que fluyen por este continente aprovechándose de la ignorancia y la miseria de la gente. Es un bautismo en el mar.


Nos acercamos a una misa católica de Munafa, uno de los más sórdidos, pobres y míseros barrios de Beira. El lugar de donde proceden los linchados. A ver que cuenta el cura.

La iglesia esta a reventar. La misa ya esta comenzada. Pido permiso para hacer alguna foto. La gente es muy amable. Uno de los que dirigen el cotarro y a los fieles me indica que si puedo hacer fotos. Llevo una falda pantalón no muy corta. Rápidamente me acercan una capulana, pañuelo o falda hasta los pies que llevan aquí las mujeres para que me la ponga, mientras me muevo por el interior de la iglesia. Por supuesto, suelo ser muy respetuosa con todas las ideologías y creencias religiosas. Me pongo mi capulana y ya no ofendo al personal. Empiezo a hacer fotos. Al principio me da mucha verguénza pero domino el miedo, olvido mi timidez y me lanzo como una posesa a fotografiar todo lo que veo. Durante la misa, ameniza un fantástico coro de música tribal con tambores y directora de orquesta. Es soberbio. En África todo es irrepetible. Una simple misa católica de domingo se convierte en un espectáculo mágico.




A la salida, hablamos con el cura que nos cuenta la situación del barrio. Nos da su opinión sobre los linchamientos y como poner remedio a este escarnio popular tan dramático.


El día transcurre lleno de experiencias interesantes.

Hay que solucionar la salida de mañana en un maxibombo que vaya a Vilanculos.

Después de la misa, hablamos a la puerta de su chabola con el secretario del barrio de Musafa para que nos cuente algo sobre los linchamientos. Tiene setenta años y es amable. Nos cuenta la situación. Comemos con Alberto, volviendo a recorrer los barrios con este chico de mirada soñadora. Queremos hablar con la policía de barrio o comunitaria que son los que velan y cuidan que no pase nada en el barrio. Al principio son reacios a hablar y menos a hacerse fotos pero unos minutos más tarde, tras romper la desconfianza, empiezan a contar y a dejarse fotografiar.

Nos despedimos de Alberto. Es un buen colega, un buen periodista, un lujo conocerle. Tenemos que gestionar nuestra salida para mañana. Nos vamos a Vilanculos.

Nos quedan mil quinientos kilómetros a Maputo. El avión nos sale muy caro. Hubiera sido una alternativa para evitar coger chapas renunciando así, a ver el archipiélago de Bazaruto. Vamos a bajar en maxibombo que son los autobuses suicidas rojos, el terror de las carreteras. Van como torpedos, creyéndose verdaderos formulas 1, ocupando la calzada y les importa un pimiento los coches y chapas que se encuentran de frente. Me había prometido no coger un maxibombo ni muerta pero las chapas han acabado con mi resistencia africana y sólo tengo una opción, el maxibombo.

En la estación gestionamos los billetes para las tres y media de esta madrugada. Una hora inhumana para un viaje inhumano. No quedan asientos delanteros. El maxibombo lleva también asientos en los pasillos dejándote encerrada en una jaula, sin aire y sin espacio. Mañana intentaremos conseguir a toda costa unos asientos delanteros.

Mañana partimos a Vilanculos en el Archipiélago de Bazaruto. Nos han dicho que bellisimo.

10 de agosto (Beira-Vilanculos Archipiélago de Bazaruto)

Son las tres de la mañana y un taxi nos espera a la puerta del hotel para ir a coger un maxibombo. No hay desayuno, ni un café que llevarse a la boca. Al llegar a la estación, el espectáculo es absolutamente africano. Cientos de personas tiradas por los suelos, durmiendo. Es casi imposible abrirte camino entre los durmientes.

Nos dirigimos a nuestro maxibombo y logramos negociar el cambio de nuestros asientos por los dos primeros. Un chico joven nos cede su sitio sin problemas. El otro asiento nos cuesta cambiarlo 200 meticais, la listilla de turno. El viaje dura siete horas. No esta resultando tan terrible, el maxibombo es cómodo. El conductor no es demasiado imprudente.


Hemos llegado a Vianculos. Son las doce de la mañana. El hotel que elegimos se llama Baobad. Es precioso. Es un lodge al borde del Índico que deja acampar tiendas de campaña, y tiene cabañas con un sabor africano irresistible. Esta lleno de gente por todas partes, franceses, españoles, americanos, sudafricanos. La gente intercambia experiencias y cada uno aconseja a los demás. Lo regenta una italiana, lista que sabe muy bien lo que quieres y necesitas.




Mañana vamos al archipiélago en un barco a pasar todo el día. Lo organiza el hotel, nos cuesta unos setenta euros cada uno. El hotel Baobab tiene mucho ambiente. No paramos de conocer gente. Una pareja de sudafricanos nos dicen que hoy han visto enormes tortugas, peces manta y todo tipo de peces de colores en las islas de Bazaruto. Aseguran que es fantástico. Conocemos a Cary. Tiene en torno a 70 años. La hemos visto por el hotel con un bikini, sola y con cuerpo de machacarse en el gimnasio. Viaja sola por África. Nos quedamos de piedra. Es una mujer blanca, mayor. Nos da mucho miedo que la pueda pasar algo.  A mi me da la sensación de que se encuentra desamparada y busca en este lugar su final, tentando al destino. África es complicada, peligrosa y mucho más para una mujer, y si eres blanca y mayor es casi imposible salir viva de esta experiencia.

Ha sido azafata de Iberia. Habla inglés perfectamente y tiene mucho mundo. Montó y gestionó un buen restaurante en Madrid, cerca de la calle Almirante. Se define como una inconsciente. Vamos a estar en contacto con ella todo el tiempo por si tuviera problemas, Su marido murió hace cuatro años y también su perro. Dice que quiere huir de tristezas, que no se permite melancolías, lo que quiere es apurar lo que le queda de tiempo, y no abandonarse a nostalgias. No tiene hijos, Se dispone a recorrer Mozambique con una maleta que según nos dice es el doble de la nuestra. Es vulnerable, le han robado 1000 euros en Maputo nada más llegar, dejándola pelada para el resto del camino.

Me gusta porque está viva Es inconsciente como ella dice. Genio y figura hasta la sepultura. La admiro porque siempre he valorado a la gente que lucha hasta el final viviendo sin mirar atrás ni tampoco a los lados. Tiene dos prótesis de cadera y le da igual. Mañana piensa hacer la excursión a Bazaruto como si tuviera veinte años. Me fascina esta mujer.

No nos da mucho tiempo a hacer nada. Dormir y mañana al archipiélago.



11 de agosto (Vianculos-Archipielago de Bararuto)

Nuestra cabaña es preciosa, Tiene mosquitera. Esta al borde del Oceáno Índico que es de lo más bello que he visto.



Llegan las barcas con los pescadores. Las mujeres con grandes cestos les esperan en la orilla para recoger el pescado y venderlo en el mercado. La marea baja tanto que ayer tarde varios chicos jugaban en la arena un auténtico partido de fútbol. El espectáculo es sublime. Las islas que forman este archipiélago se ven desde la orilla. Esto es un paraíso. Escucho las avionetas que van a los resort de lujo que hay en las islas donde se esconden las mayores fortunas del planeta en lugares inaccesibles a los que sólo se puede acceder en avión. La cabaña tiene porche, es pequeña y tiene dos tumbonas para sentarte a ver el archipiélago, patrimonio de la diversidad. No deben existir muchos lugares en el mundo tan bellos. Este es un lugar único.







Cogemos un barco de motor hacia el archipiélago. Nos acercamos en tres barcos con seis personas cada uno y los conductores. Los barcos son pequeños. La primera isla que vamos a visitar es la de Bazaruto. Se tarda una hora en llegar. El mar tiene oleaje y la barca en la que vamos es tan pequeña y va tan rápido que a veces, se bambolea y creo que se va a dar la vuelta. Nos cruzamos con otros barcos. El agua es transparente como nunca lo había visto. A pesar, de que vamos rapidísimo puedo observar el fondo del mar. Es increíble.


Llegamos a la primera isla que da nombre al archipiélago. No puedo creer lo que ven mis ojos. La arena de la playa parece harina. Es blanquísima y me deslumbra los ojos. El azul es el turquesa más intenso que nunca haya visto. La isla está formada por enormes dunas que parecen un desierto.




Los chicos que nos llevan en las barcas hacen un campamento improvisado para protegernos del sol con unas grandes lonas entre las dunas. Otros porteadores empiezan a cocinar en una improvisada cocina. Vamos a comer pescado del mar.

Tenemos un par de horas para pasear y conocer la isla, recorrer las dunas. Debemos volver pronto porque vamos a hacer snorkel en uno de los mejores arrecifes de coral del mundo. El arrecife esta entre dos de las islas que forman el archipiélago. Nos explica el que lleva la voz cantante que no debemos separarnos. También dice que hay que tener cuidado con las corrientes que son muy peligrosas, si caes en una de ellas es como si te metieran en una lavadora centrifugadora. No sales vivo. Nos explica una serie de signos por si estamos en apuros, si necesitamos ayuda e insiste en que lo más importante es no separarse.


Todavía no tengo claro si voy a bañarme. Lo de la lavadora centrifugadora no me hace ni pizca de gracia. Me da mucho respeto el mar pero no quiero quedarme con las ganas. Tengo todavía un rato para pensar en ello. Recorro la isla y no me lo creo. Jamás he visto nada igual. Si existe el paraíso, sin duda es este. Ni en los mejores sueños habría imaginado que existe algo tan bello. Paseamos por las dunas y Cary y su soledad vienen con nosotros. Le duelen las caderas. El viaje en barco ha sido muy duro y yo no dejo de admirar a una mujer tan fuerte.


Nos montamos de nuevo en las barcas camino de los arrecifes y sin contar con ello, nos salen ballenas al encuentro. Las tres embarcaciones vamos a por ellas. El espectáculo es sublime. Habiamos visto ballenas en Durban y en la costa de Sudafrica desde un barco grande con chaleco salvavidas y relativamente a distancia. Ahora voy en un barcucho, sin chaleco salvavidas y estoy a cinco metros de ellas. con un soplido nos dan la vuelta a la barca. No puedo tener más miedo. Los animales me dan mucho respeto. Creo que de un coletazo nos manda al fondo. Están tan cerca que las puedo tocar. No he tenido más miedo en mi vida. Es fantástico verlas no paran de salir, sumergirse, volver a meterse, salir de nuevo. Nunca pensé tener tanta suerte. El guía está emocionado y sigue con las barcas hasta ponerse encima. Yo no puedo estar más aterrada. Al final no pasa nada. No había previsto verlas tan cerca ni tener tanta suerte. Bajan al Cabo de Buena Esperanza a aguas más templadas




Ha sido inolvidable, el mejor día de este viaje y quizás de todos los viajes. Debe ser dificil ver ballenas a cinco metros. Ahora nos vamos al arrecife a hacer snorkel. Todos se preparan y se tiran de las barcas. 
A mi lo de la lavadora centrifugadora no me ha hecho gracia y menos en aguas tan transparentes que me hacen pensar que me voy a encontrar un tiburón tocando mi cara y que me vaya a dar un infarto del susto. Sin embargo, no me quiero perder este momento de color, mágico y fascinante en un arrecife único, así que pienso que sea lo que dios quiera y me tiro sin pensar en nada. Acertada la idea porque nunca he visto nada más increíble. Es un mundo de peces de colores, de todos los tamaños, e increíbles colores. Me da mucho miedo perderme del grupo y sobre todo me da miedo perder a Xaquín. El agua es transparente pero parece una caverna. 

Volvemos a la isla después de esta experiencia única para saborear un pescado delicioso que han hecho los porteadores que nos acompañan. 




A media tarde nos volvemos al hotel agotados tras haber vívido una experiencia fantástica. Cary nos ha acompañado todo el día. 

En el hotel tenemos que preparar la salida de mañana a Maputo. El viaje va a ser duro. Estamos a setecientos kilómetros. Cogeremos otro maxibombo a las tres y media de la mañana. De nuevo una hora inhumana para otro viaje inhumano. Gestionamos un taxi para que nos lleve de madrugada del hotel al maxibombo. 

Cenamos con Cary. Hablamos de su larga vida. Está nostálgica. Nos despedimos con la sensación de su tremenda vulnerabilidad y con la intención de estar pendientes de ella mientras nos encontremos en este fantástico país. Prometemos vernos en Madrid. 

El baobab del hotel
12 de agosto (Bazaruto-Maputo)

A las tres de la mañana cogemos un maxibombo con rumbo al último destino de este maravilloso país, Maputo. Vamos a apurar dos días antes de volver a Madrid para charlar con varías personas.

Nos viene a buscar un taxi en mitad de la noche. En la oscuridad, a la puerta del hotel, distingo unas luces y doy por hecho que es el taxi que gestionamos ayer tarde. Según me subo al coche no me suena la cara del taxista. Se acercan unas segundas luces. Son las del coche del pobre infeliz de ayer que viene a buscarnos según lo acordado. Nos hemos equivocado de coche. Desecho el equivoco, como siempre en África, nos toca pagar dos taxis, sin haber ni tan siquiera arrancado el motor del primero. Son las tres de la madrugada, no he desayunado nada y no tengo ganas de ponerme a gritar como una energúmena.

En el maxibombo vamos bien situados en los dos asientos de delante. El viaje resulta agotador, doce horas hasta llegar a Maputo. Llegamos exhaustos. Nos instalamos de nuevo en el backpaker Fatima's, el mismo hotel del comienzo del viaje hace ahora casi veinte días. 

La tarde la dedicamos a pasear, cenar tranquilamente. Hemos dedicado todo el día a viajar, un día perdido o quizás ganado. Todo depende de como se mire. 

13 de agosto (Maputo)

El día amanece soleado. Hemos descansado. Nos queda poco tiempo en Maputo y hay que hacer muchas cosas. Lo primero buscar nuestras esculturas makonde que hacen los artesanos del norte del país. Vamos a buscar un sitio seguro para comprarlas. Tienen que ser de pao preto, una madera parecida al ébano. Nos han avisado que hay que tener cuidado porque algunos artesanos intentan meterte gato por liebre. Llevamos toda la mañana para encontrar la asociación de artesanos makonde. 

Aunque parezca imposible, nos encontramos en una calle una estatua makonde, tirada en el suelo, Esta rota, le falta una pierna, parte del manto, la flecha y su armadura. Me agacho, echo un vistazo a los lados y la cojo, No entiendo como en un país de tanta pobreza, se deshacen aunque sea de una madera. Aunque nadie valore esta magnífica estatua makonde puede servir para leña. La llevamos al hotel, es muy pesada, una de las condiciones necesarias para saber que es auténtica hecha de pao preto. 

Localizamos al secretario de la asociación de artesanos makonde. Tiene una tienda con unas quince esculturas. Todas fantásticas. Me encanta un busto de mujer. Negociamos que nos restaure el guerrero makonde mutilado, sin pierna y abandonado en la calle. 

Nuestro guerrero makonde restaurando
Pasear por Maputo es delicioso, bajar a la baixa, dejarse llevar por esta maravillosa ciudad.
Vamos a ver el atardecer al cafe Dhow. Un lugar espectacular para ver esconderse el sol y la llegada de los pesqueros a la caída de la tarde.





Escuchar un concierto en la Asociación de músicos mozambiqueños es una experiencia. Su local tiene un sugerente sabor africano. donde espontáneamente los músicos se lanzan a cantar y tocar. La gente empieza a bailar. Es increíble como se mueven estos africanos que llevan la música dentro. El concierto es fantástico. Nada como dejarse llevar. La música te envuelve, No puedo soportar tanta belleza. 

Recuerdo un concierto en Lagos (Nigeria) de Fela Kuti (hijo) que fue absolutamente soberbio. África y su música, única e irrepetible. Al volver de aquel concierto nos asaltaron un grupo de áreas boys, o chicos de la calle que ejercían el terror en los barrios de esa ciudad. Nuestro conductor, un ghanes que trabajaba para la embajada, salto con el 4*4 llevándose por delante todos los obstáculos que nos habían puesto en la carretera para cortar nuestro paso pudiendo esquivar a los asaltantes que nos hubieran quitado hasta la sangre. Me impresiono mucho ver a estos individuos con machetes esperándonos. Ahora Lagos no es tan peligrosa. Hemos vuelto muchas veces porque es una ciudad a la que tenemos mucho cariño, En Lagos nos casamos y para nosotros es una referencia en África. 

Vamos a dormir tras este concierto esplendido. No hemos parado.  El día ha sido maravilloso. 

14 de agosto (Maputo)

El día esta nublado. Hoy es nuestro último día en Maputo. Dejo este país tan bello e interesante con mucha pena intentando apurar cada segundo. Hemos quedado con Jávier, cónsul de España en Mozambique a desayunar. Durante todo el viaje hemos estado en contacto con él. Su información ha sido de gran valor. Lleva dos años en este país. Lo conoce bien, sus problemas, la situación actual. Nos despedimos sabiendo que posiblemente nos volvamos a encontrar en algún otro país africano. 

Tengo que comprar algunos regalos para mis amigos de España. También vamos a charlar con un sociólogo para que nos hable de los linchamientos.

Disfrutamos de Maputo sin parar de andar durante todo el día. Recorremos de nuevo la ciudad que nos cuesta reconocer. Ya no es la ciudad amable, cercana, barata, decadente que conocimos hace seis años. Tengo la sensación de que nunca he estado aquí. No reconozco nada. La ciudad está llena de obras, de edificios en construcción. Un verdadero boom inmobiliario. Maputo se convierte inexorablemente en una megaciudad africana con unas desigualdades enormes y con dos mundos que nunca se encuentran. El de los ricos, con sus 4*4, buenos restaurantes, mejores hoteles. Los lugares más fashion que nadie pueda imaginar. A su lado sin verse, sin tocarse, sin sentirse, sin querer saber del otro, un macro mundo de miseria donde no hay que llevarse a la boca.


La ciudad es peligrosa. Nos han avisado. Hace seis años paseábamos tranquilamente de noche por Maputo sin ninguna sensación de inseguridad. Ahora se perciben los buscavidas y mucha pobreza. Nos movemos en chopera. Moverte en taxi por esta ciudad puede costar el doble o triple que por Madrid. 

Los edificios coloniales bellisimos portugueses no se restauran. Dieciseis años de guerra tras la colonización hace que los mozambiqueños tengan un rechazo muy arraigado a los viejos edificios que recuerdan la dramática colonización portuguesa. 

Tengo la terrible sensación de que África se apaga, desaparece. Hemos tenido suerte en conocerla, disfrutarla, amarla, sentirla, respetarla, enfermar de nostalgia por ella. Sin embargo, las generaciones venideras no van a ser tan afortunadas. Los chinos se están llevando las materias primas de este amado continente a cambio de hacer infraestructuras que solo durarán unos años por los pésimos materiales que emplean. Se llevan la madera, el coltan, las piedras preciosas, el marfil, Se aprovechan de gobiernos corruptos que construyen grandes edificios para ellos y sus amigos. Lujosos barrios a los que la población nunca tendrá acceso. Toda esta oligarquía de dinero, corrupción, petróleo, gas esta cambiando las ciudades africanas que pierden su sabor decadente, suave, colonial para convertirse en mega ciudades donde es imposible sobrevivir porque acceder a cualquier servicio o bien es imposible. 

La hija del anterior presidente mozambiqueño es la segunda mujer más rica de África. La primera en este ranking de fortunas africanas es la hija primogénita del presidente de Angola. Esta es la África corrupta. 

Un chico albino vende entre coches de Maputo
El último atardecer en el mar, cerca del puerto. Hoy hace mucho frío en Maputo
Vamos a cenar. Se acaba este inolvidable viaje. 

15 de agosto (Maputo-Madrid)

El día va a ser el más corto que hemos pasado en Maputo. Vamos a desayunar con un sociólogo que nos viene a buscar a nuestro hotel.Queremos que nos hable de los linchamientos, las razones, su origen, la postura del gobierno, porque se originan.

La conversación con Colaco es muy interesante. Tiene una visión clara del fenómeno y de su origen. Mozambique es un país violento. Bajo una primera apariencia amable, el mozambiqueño es violento. La violencia la han mamado desde el nacimiento. Su origen en el colonialismo, una dramática guerra civil de casi dieciseis años. Todo esto deja un bagaje de violencia y crueldad en todos los estratos y estructuras de la sociedad. Lo que explica el fenómeno de tomarse la justicia por su mano y linchar a los delincuentes. 

A esto, se une otro factor, unas instituciones inoperantes e ineficaces. La pobreza y miseria en la mayor parte de la población unido a la imposibilidad de acceder a lo que solo disfrutan unos pocos. Los hijos de gobiernos corruptos desde años inmemoriables. En este caldo de cultivo es el que puede facilmente explicar este fenómeno.

Vamos al aeropuerto. Antes de salir veo a una chica que ayer me pareció que era española y que la escuche pedir un taxi en el hotel para ir al aeropuerto. Se llama Alicia. Vamos juntos. Es una ingeniera de caminos que tiene un proyecto con la universidad Alfonso X el sabio en un orfanato de Zimbawe. 

Se acaba este viaje único como todos los viajes en los que piso este continente. Mozambique es bellísimo, quizás, uno de los países más bellos que he conocido pero además, ha sido un viaje muy interesante. Hemos conocido a mucha gente.

Hacemos escala en Addis Abeba, Coincidimos con un grupo de padres que vuelven a España con sus hijos adoptados. Son unas doce parejas pletóricas de felicidad con sus bebes en los brazos. Me pregunto si estos niños volverán alguna vez a su país. Hoy dejan este continente y muchos jamas regresarán, seguramente para olvidar que tienen un pasado.